El incesto, los mitos y la guerra, son los temas que indaga la obra Desplazados, que Ensamblaje Teatro, de Colombia, puso en escena el pasado lunes en la plataforma del Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC).

La pieza, que tiene el subtítulo de ‘Travesía y delirio de la familia Buendía’ captura cierta  atmósfera que García Márquez supo plasmar en su célebre novela Cien años de soledad. Pero esa atmósfera Ensamblaje la expone con un lenguaje propio y nuevos aportes, en un trabajo de menos de una hora de duración, que resulta intenso, tanto por las actuaciones (participan Misael Torres, Mérida Urquía, Gerardo Torres, Hochiminh Álvarez y Allison Schlesinger), como por el concepto escenográfico y musical. En esta puesta en escena, los elementos que la integran logran una armoniosa fusión.

Personajes casi esperpénticos, delirantes, con sus tragedias íntimas, con sus vidas derrotadas y al límite, están allí, de pie, pese a todo; pero son errantes, como sin futuro, entregados al azar, al vaivén de los quizá y del oráculo. La guerra les hizo perder sus tierras, y los campos, antes sembrados del verdor de la esperanza, están ahora regados de muerte y desolación. “Triste y azarosa es la vida del que huye”, dice uno de los personajes de esta pieza, en la que se halla el mundo mítico, mágico y contradictorio del que tan pródigo es América Latina, con la religiosidad y el pecado, con el miedo y la osadía, con las transgresiones y los mea culpa. Y están los amores imposibles, el escarnio y la pobreza. Esa pobreza que, como se anota en la obra, es la peor de todas las guerras.

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La pieza, que tiene el subtítulo de ‘Travesía y delirio de la familia Buendía’ captura cierta  atmósfera que García Márquez supo plasmar en su célebre novela Cien años de soledad. Pero esa atmósfera Ensamblaje la expone con un lenguaje propio y nuevos aportes, en un trabajo de menos de una hora de duración, que resulta intenso, tanto por las actuaciones (participan Misael Torres, Mérida Urquía, Gerardo Torres, Hochiminh Álvarez y Allison Schlesinger), como por el concepto escenográfico y musical. En esta puesta en escena, los elementos que la integran logran una armoniosa fusión.

Personajes casi esperpénticos, delirantes, con sus tragedias íntimas, con sus vidas derrotadas y al límite, están allí, de pie, pese a todo; pero son errantes, como sin futuro, entregados al azar, al vaivén de los quizá y del oráculo. La guerra les hizo perder sus tierras, y los campos, antes sembrados del verdor de la esperanza, están ahora regados de muerte y desolación. “Triste y azarosa es la vida del que huye”, dice uno de los personajes de esta pieza, en la que se halla el mundo mítico, mágico y contradictorio del que tan pródigo es América Latina, con la religiosidad y el pecado, con el miedo y la osadía, con las transgresiones y los mea culpa. Y están los amores imposibles, el escarnio y la pobreza. Esa pobreza que, como se anota en la obra, es la peor de todas las guerras.