La palabra miseria en el diccionario de la Real Academia, por un lado, “significa desgracia, trabajo, infortunio, estrechez, falta lo necesario para el sustento o para otra cosa, pobreza extrema, cantidad insignificante”. Esas acepciones corresponden a la miseria como realidad económica y social que es consecuencia del entorno que ha asfixiado a miles de seres humanos. Para atenderlos, desde este mes les entregan el bono de desarrollo humano, algo más de lo que hasta el 30 de junio llamaban el bono solidario. Dos nombres, ayer y hoy, de buenas intenciones, pero que en el fondo significan siempre el bono de la pobreza.

Claro que es una ayuda, ojalá sea mayor, y se vincule con la posibilidad de alguna actividad productiva individual o familiar o un plan de emergencia para empleo.

Los seres humanos más pobres a veces piden limosna, otros reciben la pequeña remuneración del cuidado de vehículos, los valores siempre significarán más que el bono del Estado, pero no hay que despreciarlo. Si pudiéramos agregarle al bono un verdadero seguro de salud y de educación, las cosas pudieran ser mejor.

Siempre quedará aquello de que lo mejor es dar oportunidad para formarse en la educación y trabajar.
También el diccionario señala que miseria significa “avaricia y mezquindad”. A esta acepción usualmente se la llama miseria humana, que es tremendamente destructiva, porque la miseria de la pobreza afecta a la calidad de vida; y, la miseria humana destruye valores de la sociedad.
En la miseria de la pobreza, de la angustia puede y debe sacarse fuerzas para superarse como personas y como colectivo. La miseria humana para que desaparezca debe ser con profundo arrepentimiento y propósito de enmienda, lo que exige dignidad y nobleza, virtudes que las tienen usualmente los humildes, no los envanecidos.

Ejemplos varios: la manipulación de documentos e informaciones para alterar la verdad. Aquellos que sacuden públicamente miles de papeles posiblemente están mintiendo porque la verdad puede demostrarse con claridad a base de documentos clave y no de espectáculos. La hay en los que tienen sometidos a algunos y creen que todos deben tener la misma conducta. Está en quienes usan el poder para crear círculos cerrados de negocios, porque no permiten la competitividad que vaya favoreciendo a todos los que puedan concurrir a la gestión económica.

Miseria humana hay en quienes privilegian el capital, olvidándose de las condiciones humanas de los demás. Está en el empleador público y privado que se olvida que los seres humanos que trabajan con ellos tienen necesidades primarias que atender, pero también en quienes del otro lado olvidan que hay terceros, usualmente los más pobres, que se afectan por la ruptura de servicios y prestaciones que por paros y huelgas se suspenden. Si la confrontación fuera “de persona a persona”, sin terceros perjudicados, como que es “un problema entre ellos”, pero esa no es la realidad social.

Amigo lector, cuando usted tenga cerca a alguien que sufra miseria económica, dele la mano, sume fuerzas, siéntalo un hermano. Cuando identifique a los de miseria humana, no les tenga miedo, invite a enfrentarlos. El servilismo los hace más vanidosos y prepotentes.