Luigi Cavagnaro hinca con una maquinita en la piel de Carlos, con algo de tinta dibuja de a poco y lentamente un símbolo tribal azteca. “¿Te duele?”, le pregunta un amigo, y él responde que casi nada. Y el tatuaje va tomando su forma.

Es la moda. A muchos guayaquileños les gusta. Cristina Guzmán (29) se fue a Miami para que le hicieran uno en el coxis. “Siempre deseé tener uno, pero cuando vivía con mi madre ella no me lo permitió. Cuando me fui a vivir sola me hice un delfín, es muy lindo”.

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Víctor Sarmiento (33) se hizo el suyo en el brazo en el local de unos amigos. Él quería lucirlo en la playa, que todos lo miraran, causar sensación ya que muchos de sus amigos también tienen tatuajes.

Denisse Farfán (23) tiene su propio sol donde termina la espalda. “En realidad no sé por qué lo realicé, un día simplemente decidí que quería uno, no fue por moda, ni por deseos reprimidos, ni nada. Incluso me peleé con mi novio cuando me acompañó para hacérmelo, pero cuando mi mamá lo vio y dijo que estaba muy bonito sentí que valió la pena; aunque otras personas se opusieron, confieso que lo volvería a hacer”.

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Las pequeñas muestras de dolor en el rostro de Carlos no lo hacen desistir, para él la importancia de este tatuaje tiene que ver con la época que le ha tocado vivir. Se trata de tener presente siempre este tiempo, no olvidar nunca los días que formaron su realidad.

Sofía Briones, socia de E T Tatuarte (Luque y García Avilés), tiene muchas anécdotas guardadas. Ríe con algo de vergüenza y cuenta mientras muestra un libro con cientos de posibles tatuajes.

“Las mujeres son las que más vienen. Ahí se ve de todo. Una chica que se había divorciado quería que le borraran el nombre de su anterior marido; como no se pueden borrar lo que hicimos fue ponerle una flor”.

En otra ocasión una persona con mucho dinero fue con una fotografía propia y pidió que le hicieran un tatuaje con su retrato en el seno de su mujer.

A la gente se le ocurren muchas cosas. En este local también se realizan trabajos de piercing y ahí si que las mujeres son capaces de muchas audacias. “Aquí se han puesto esos aretitos en la vagina chicas de buena posición social, ellas se consideran modernas, como ven que eso se hace en Europa, lo copian”.

Muchos buscan cubrirse algún defecto y otros borrarse nombres de antiguos amores, tatuajes mal realizados o señas por las cuales podrían ser reconocidos por la policía.

Cuando llegan parejas el asunto es medio complicado. Luigi recuerda una ocasión cuando una chica pidió el precio de su nombre pero en letras góticas. Le ordenó a su chico que se sentara y que dispusiera el brazo para grabarle su nombre por haber sido infiel.

O el esposo celoso que no permitía que le tocaran los glúteos a su mujer mientras le tatuaban un flamingo.

No hay ninguna duda. El tatuaje seduce a los guayaquileños.