Dos documentales, dos dramáticos relatos. Desde la masacre de las bananeras en los años veinte, que marca el inicio de la fulgurante carrera pública de un líder mítico liberal de Colombia, hasta su asesinato el 9 de abril de 1948 y el “bogotazo”, se teje una leyenda popular: Jorge Eliécer Gaitán.
Gaitán pertenece a ese grupo de líderes latinoamericanos que en la primera mitad del siglo XX llevaron la acción política a grandes masas urbanas, democratizaron desde un balcón la acción política y quebraron ese ejercicio del poder encerrado en los salones de las élites.
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La nieta de Gaitán, María Valencia, recurre en sus dos documentales a tres elementos que se conjugan perfectamente, con ritmo de relato, a momentos épico: el testimonio de sus contemporáneos, las imágenes fijas y los filmes de la época en blanco y negro acompañados de la encendida voz de Gaitán hablando en las plazas públicas, y la reconstrucción en vivos colores de los ambientes. Y entre los testimonios, está el fogoso profesor Eduardo Umaña que narra la acción política de Gaitán como quien escenifica un pasado entrañable, la hija de Gaitán reconociendo en la casa del político cada escena guardada en su memoria, sus compañeros de vida y vecindad, los hombres y mujeres del pueblo que lo vitorearon.
María Valencia recupera de la trayectoria del líder liberal colombiano, los momentos de mayor clímax público o privado, para trazar el perfil de un hombre tierno, intuitivo, transparente, al tiempo que solitario en medio de una clase política, protagonista, desde entonces, de la histórica violencia de Colombia. Precisamente el primero de los documentales se cierra con un conmovedor pronunciamiento de Gaitán, cuando la represión del gobierno conservador había dejado un saldo de quince mil muertos. Faltaban alrededor de dos meses para que ocurriera el asesinato del 9 de abril.
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El segundo documental se abre con la agenda pública de aquel día de 1948, reconstruye la secuencia del asesinato de Jorge Eliécer, y acude a un recurso sencillo pero de enorme impacto: una decena de colombianos que reviven lo que está en la memoria de todo colombiano mayor de 60 años: qué estaban haciendo ese momento del mediodía de abril, cuando se difundía la noticia del atentado. Una mujer removía la sopa, un campesino recogía el café, un profesor abandonaba su casa. Identidad y anonimato en torno a un liderazgo comparable solo a aquellos que encarnaría en nuestro continente un Perón o un Haya de la Torre.
A partir del 9 de abril de 1948, la historia de Colombia comenzaría a ser otra, totalmente distinta, marcada por la desilusión, la rabia popular, la insurgencia en los campos, el asesinato político. Allí se cierra el testimonio, reconstruido a lo largo de cerca de dos horas, por esta nieta de Jorge Eliécer Gaitán.