El crudo recorrió cerca de cinco kilómetros, desde el lugar en donde se produjo la rotura hasta la laguna de Papallacta, y fue la ribera del río Sucos la que sirvió como vía de desfogue del hidrocarburo.
A su paso, el petróleo afectó a la comunidad de Jamaco, cuya principal actividad económica es la cría de ganado, que bebe agua del río Sucos; y la cría de truchas, que se vio severamente perjudicada, pues las ocho piscinas del criadero fueron copadas completamente por el crudo.
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Los moradores de Jamaco estaban indignados por lo ocurrido y anunciaron que hoy presentarán una demanda penal en contra de Petroecuador por daños y perjuicios.
La teniente política de Papallacta, Yolanda Guaranda, aseguró que la comunidad no se quedará tranquila, pues luego de una primera inspección del lugar afectado los técnicos de Petroecuador indicaron que al menos tardarán cinco años en limpiar el cauce del río Sucos, la laguna de Papallacta y las riberas que resultaron afectadas.
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La queja de los moradores contrastó con la versión del gerente de Oleoductos de Petroecuador, Jorge Pazmiño, quien aseguró que todo estaba controlado, que no existía mayor afectación ambiental y que a más tardar en doce horas el tubo roto sería reemplazado. Añadió que las exportaciones no serán afectadas por el percance.
Pero mientras los técnicos trabajan en la limpieza de las aguas, con serios problemas en las máquinas succionadoras y la lancha que sirve para colocar las barreras absorbentes, el panorama de Papallacta –parte de la reserva ecológica Cayambe-Coca– es desalentador. Desde la carretera se puede observar un hilo negro de petróleo que corre por el río y ahora alimenta a la laguna.