La mujer, con pocas ropas y temblorosa de frío, le pidió que la llevara a Alóag. Él iba en esa dirección y aceptó. En ese instante la neblina desapareció y en una hora la dejó en el pueblo. Antonio le prestó su abrigo con la condición de retirarlo después.

El chofer retornó a los tres días en busca de su prenda. En la dirección indicada por la pasajera lo recibió una señora que se identificó como su madre. Al conocer el motivo de la visita, ella se sorprendió, dijo que era imposible, pues su hija murió tres años antes.

Este suceso se dio hace 30 años, pero decenas de usuarios de la carretera y residentes del sector La Virgen, km 70, lo recuerdan como si fuera ahora.

Publicidad

“Unos dijeron que la mujer aparecida era la Virgen, otros, la muerte o el diablo. Muchos tenían temor de viajar por la noche en esa época”, recuerda Carmen Amelia Asimbaya, quien sus 53 años los ha vivido en la zona y en permanente contacto con los transportistas, por la venta de fritada.

El miedo hizo que al cabo de pocos meses los miembros de la cooperativa de tanqueros Coopecuador, de Latacunga, trajeran una imagen de la Virgen de las Mercedes y la colocaran en Silante. Después de un tiempo, hace 23 años, se levantó un pequeño santuario 4 km más abajo, en lo que hoy se conoce como el sitio San Ignacio La Virgen, donde la Costa termina y comienza la Sierra.

Una década más tarde, en esta vía, el más importante nexo entre las dos regiones del país, se estableció otro santuario, pero como un culto al demonio. Es una escultura denominada El poder brutal y está a unos 10 km al este del santuario de la Virgen de las Mercedes. En medio de estos dos parajes queda la población de Tandapi, cabecera de la parroquia Manuel Cornejo Astorja.

Publicidad

El escultor de El poder brutal, Octaviano Buenaño, murió hace más de un año. Laboraba como tractorista del Ministerio de Obras Públicas (MOP) y en su tiempo libre se dedicó a formar en la montaña la figura de un rostro que luego lo cubrió con cemento.

La figura tiene 20 metros de alto y sobresale en la punta de una loma que da hacia la curva de la vía. El rostro tiene dos cuernos que se elevan sobre la frente; la nariz puntiaguda, la boca, semiabierta, deja al descubierto dos colmillos. En la base está escrita la frase, en mayúsculas, El poder brutal.

Publicidad

“Octaviano decía que si la Virgen y los santos tienen sus esculturas, por qué no puede el diablo tener la suya.

Entonces hizo su obra”, refiere Marcos Paucar, funcionario del Gobierno Provincial de Pichincha y encargado del puesto de auxilio que el organismo mantiene en La Virgen.

Paucar compartió varias jornadas de trabajo con Buenaño. En sus noches de guardia le comentaba que al esculpir la figura que representaba al demonio, él dejaría en paz a los conductores.

Hoy, el santuario de la Virgen de las Mercedes y la escultura El poder brutal tienen sus partidarios. El primero es un centro de fe y registra la presencia masiva de conductores y otros fieles; el segundo es motivo de curiosidad, pese a que está descuidado.

Publicidad

Decenas de camiones se parquean durante las 24 horas del día. Los conductores compran una vela de quince centavos de dólar, la depositan a sus plantas, piden protección en su recorrido, se persignan y siguen su camino.

“Ella nos protege. Un compañero de apellido Ruiz dejó el tráiler parqueado para ir a orar. Cuando ingresaba a la capilla el carro comenzó a descender solo; él pidió ayuda a la Virgen y 30 metros más abajo el automotor se embancó.

Se quedó al filo del abismo, fue un milagro”, relata Ángel Masa, camionero que viaja por esta vía durante 20 años.
Luis Aymara, compañero de Masa, comenta que los usuarios permanentes de la carretera están protegidos porque tienen fe en su “guardiana”.

El encargado del santuario de la Virgen se niega a dar su nombre, pero relata que de todo lo malo que sucede en el trayecto se le culpa al diablo, “pero si le ponen una velita a la imagen de la Virgen de las Mercedes no les pasa nada”.

Marcos Paucar, el encargado del puesto de auxilio, cita que hay días en que el promedio de accidentes llega a seis.

El guardián anónimo del santuario y otros choferes dicen que hay personas que llegan asustadas al santuario, a poner una vela y rezar, porque al pasar por la escultura El poder brutal, durante las noches, vieron que de los ojos salían chispas.

Frente a la figura con cuernos también se detienen decenas de conductores. “Es algo interesante y curioso. Si uno está con Dios, no tiene por qué tener miedo al diablo”, menciona Diana Poveda, joven guayaquileña residente en los Estados Unidos.

Al cruzar por la escultura, muchos conductores se persignan, como lo hacen frente a la Virgen. Es la expresión de una mezcla de miedo y fe.