Así lo confirmaron los resultados de los análisis físico-nucleares realizados en Francia por el Centro Nacional de la Investigación Científica (CNRS por sus siglas en francés), gracias a un acuerdo con el BCE.

El Banco Central optó por este tipo de análisis para poner fin a una controversia que data de hace varios años,
pues algunos arqueólogos (como Karen Olsen Bruns) aseguraban que la pieza tiene influencias estilísticas del Perú mientras que otros indicaban que provenía de la cultura Cañari.

Esta última teoría la adoptó la Municipalidad de Sígsig (Azuay), fundamentándose en que los campesinos encontraron la pieza, una de las reliquias más representativas del país, en Chunucari.

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Uno de ellos, Antonio Urdiales, vendió posteriormente el objeto al suizo Max Konanz, por 1.500 sucres en la década de 1930. Solo en 1960 la compró el BCE y ahora reposa en el Museo Arqueológico de Quito. Otra pieza similar pero más pequeña está en Guayaquil como parte de la colección Emilio Estrada del mismo Banco.

Ante la polémica, el BCE formó un equipo para analizar la pieza estilística e iconográficamente. Pero la palabra irrefutable, según el BCE, es el análisis físico-nuclear. Se utilizó el ciclotrón, un método nuclear no destructivo para estudiar los componentes de los dos soles de oro y compararlos con los metales de todas las regiones del país.

“Los resultados apuntan a que los componentes minerales de los soles pertenecen a las formaciones geológicas de la costa norte del Ecuador”, indicó un boletín del BCE, al añadir que esto permite concluir que la procedencia es la cultura Tolita.

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Hoy a las 11h30, en Quito, el doctor Francisco Valdez, arqueólogo del Instituto de Investigación para el Desarrollo de Francia, dará una conferencia sobre el tema.

El Sol de Oro fue repujado en una lámina única de oro y consiste en un rostro antropomorfo rodeado por 44 hilos zigzagueantes que terminan en forma de una culebra.