Daniel Espinoza, estudiante de la carrera de Ingeniería Civil de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, recuerda que era adolescente cuando observó por primera vez las fibras del tallo que sostiene el fruto del banano llamado raquis. “Yo nací en la provincia de El Oro, en la finca de mis padres había pequeñas plantaciones de banano y veía cómo el tallo era desechado por las empacadoras del fruto. Un día tomé un cuchillo y por curiosidad comencé a raspar el raquis y observé que tenía fibras, luego las dejé al sol. Al otro día estaban secas y traté de romperlas pero no pude, tienen alta resistencia”, dice.

En 2016, inició su proceso de investigación, luego de presentar este proyecto en la universidad. “Observamos que la idea tenía potencial y se realizaron los primeros ensayos con la guía del tutor Gilberto Martínez, y los resultados fueron buenos”, indica.

La iniciativa busca reducir el uso de fibras sintéticas en el hormigón para la construcción, disminuir la contaminación de los suelos o ríos causada por los fluidos que produce el raquis al degradarse y evitar la presencia de vectores como moscas que provocan enfermedades peligrosas como la tifoidea.

Publicidad

Además, según Espinoza, se puede mejorar la condición económica de las personas que viven en las áreas rurales: “Esta fibra puede ser comercializada, se utilizan sistemas artesanales para extraer este producto del raquis, pasa por un proceso de secado, selección, peinado y corte. Se puede capacitar a las personas que trabajan en bananeras. Lo que estamos investigando es la dosificación de fibras que necesitaría el hormigón para desarrollarlo y llevarlo al mercado”.

La fase de pruebas y ensayos ha tenido poco financiamiento y para implementar el plan se necesitarían unos $ 30.000, según Espinoza. De ahí la expectativa de ganar el premio en la categoría producción y consumo responsable.

Creado el 24 de junio de 2002 con el objetivo de promover la sostenibilidad y el cuidado de las vertientes naturales y los sistemas de agua potable de las zonas rurales del cantón Cañar, en la provincia del mismo nombre, el Centro de Apoyo a la Gestión Rural de Agua Potable (Cenagrap) capacita y ejecuta programas de prevención y reforestación de forma periódica.

Publicidad

Segundo Guaillas, coordinador de Cenagrap, sostiene que el proyecto nació para mejorar la calidad del líquido vital: “Esta institución es una alianza público comunitaria..., se firmó un convenio entre 15 Juntas Administradoras de Agua Potable, el Municipio de Cañar y el Consorcio Cedir Protos”.

Cuenta que al inicio el proyecto pasó por varios obstáculos: “Antes los municipios tenían una visión clientelar, las juntas de agua potable no cubrían las expectativas, se construían plantas de agua, pero no se les explicaba a los comuneros cómo cuidarlas, el avance de la frontera agrícola, y otros”.

Publicidad

Para solucionar estas problemáticas Cenagrap planteó el acompañamiento a nivel de administración, operación y mantenimiento de las fuentes hídricas a través de un equipo técnico. También se sumó la protección y conservación de las fuentes en su estado natural, remediación ambiental con forestación de especies nativas en zonas perjudicadas por el avance de la agricultura, buenas prácticas agropastoriles, convenios con centros educativos para impartir charlas sobre el buen uso de los recursos.

El cantón Cañar tiene 11 parroquias rurales y 1 urbana con 194 comunidades y Cenagrap está en 115 de ellas, que representan 8.890 familias y más de 44.000 habitantes. Tras más de una década de ejecución, Guaillas dice que de ganar, en la categoría agua, tendría el financiamiento para mejorar y seguir con la iniciativa.

Ser Pronaca es cuidar el agua es un proyecto que busca el bienestar social y familiar, partiendo del análisis de la huella hídrica a través de la reducción y optimización del consumo y uso del agua, potenciar los sistemas de tratamiento y desarrollar proyectos de compensación y cuidado de la cuenca hidrográfica del río Daule, donde se asienta el 70% de las operaciones de la empresa Procesadora Nacional de Alimentos C.A. (Pronaca).

Los objetivos son reducir la huella hídrica de la firma en un 48%, lo que implica el tratamiento de 2’467.501 metros cúbicos de agua. Además, desarrollar un programa de reforestación en 1.200 hectáreas de especies nativas en el país y continuar con la capacitación y concienciación a proveedores y clientes. En 2016, más de tres millones de personas fueron impactadas por estas charlas, según la empresa.

Publicidad

Pronaca recibió 12 certificaciones Punto Verde que da el Ministerio del Ambiente. Y el 11,8% de las emisiones de CO2 de la compañía se compensa con las tareas de reforestación, indica en su portal digital. (I)