Pasear por la casa de Ramón Fernández Vásquez es internarse en otro mundo. Las más de 100 especies de árboles que se encuentran en su finca de la av. Samborondón se conjugan a perfección con las grandes y coloridas esculturas hechas por este ingeniero de profesión. Este paisaje, con vista al imponente río Guayas, le dan al visitante la idea de que ya no se encuentra en la ciudad.

Un equipo de este Diario visitó su vivienda afincada en un terreno que comparte con sus 6 hijos, 17 nietos y una bisnieta. Allí nos esperaba Moncho, como a él le gusta que lo llamen. La bienvenida a su hogar la hacen una gran mariposa y un par de gallos en pose de pelea, ambas esculturas las hizo él, quien en su haber artístico tiene la autoría de la Clave de sol y dos figuras más que están afuera del Teatro Sánchez Aguilar.

En el recorrido por la extensa parcela se pueden ver piezas en forma de iguanas, garzas, caballos de mar, caracoles, ranas; todas elaboradas a base de metal, concreto y poliuretano recubiertas de cerámica.

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Fernández, quien no se considera todavía un artista, pues cree que sigue “aprendiendo sobre la marcha”, cuenta que todas sus obras guardan relación con algún momento especial de su vida. Por ejemplo, está una escultura de abundante y larga cabellera y un par de alas que le dedicó a su nieta cuando ella cumplió 15 años.

No dibujo nada, me considero malo para el dibujo. En lo que sí soy bueno es para la escala porque soy ingeniero. Entonces yo todo lo hago con una foto cualquiera y le saco la escala y la multiplico por el porte que yo lo quiera hacer, esa es mi técnica”.Ramón Fernández, Artista

En el camino, uno también se puede topar con una yegua y su cría. Pareciera que estas figuras, que fueron hechas con varillas de acero inoxidable, estuvieran conversando. Moncho dice que es una madre regañando a su pequeño. Y cómo olvidar a la figura abstracta de Metiche, su gata consentida que por accidente atropelló, pero que un mes antes ya le había hecho su escultura.

Fernández, quien hace 11 años se inició en el arte (tenía 70 años), llama ‘basurero del barrio’, por el desorden de los materiales que emplea, al taller en el que ha creado piezas como la fuente que está en el redondel que desemboca en el TSA; el cristo del Colegio Monte Tabor; el útero, la cadena de ADN y los murales de la nueva maternidad de la Junta de Beneficencia de Guayaquil o el Tótem Araceli.

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Con Eugenio Toala, su ayudante desde hace 9 años, ahora trabaja en la escultura de acero inoxidable de unos seis metros de altura. Espera que la pieza con forma de caballo esté lista en tres meses. Quiere donarla para que se exhiba junto al nuevo puente que va de Guayaquil a Samborondón. (I)