El proceso de desparasitación antes de ingresar a la escuela es necesario para que el pequeño pueda desenvolverse de mejor manera en el estudio.

El pediatra Eduardo Joutteaux señala que es importante mencionar que una infestación por parásitos puede repetirse, inclusive en corto tiempo. Se debe documentar por examen de heces el tipo de parásito, cantidad que lo infestan, “ya que los tratamientos serían más específicos y permiten controles posteriores”.

Explica que un reporte de heces negativo no invalida la sospecha clínica de una parasitosis, por ejemplo dolor en la boca del estómago (epigastrio) por giardias -tipo de parásito- y que también obliga a descartar otras posibilidades como infección por la bacteria helicobacter pylori. Igualmente un síntoma como el prurito anal (picazón) no justifica un tratamiento.

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La pediatra–neonatóloga Ana Ortiz sostiene que tener parásitos afectan de forma adversa el crecimiento físico, el desarrollo cognitivo y la capacidad de atención del niño. “Con la desparasitación se logra disminuir la problemática, tanto en el ambiente escolar, uno de los mayores focos de reinfestación, como en el familiar. El control del menor debe hacerse en la edad escolar, época en la que se presentan las mayores tasas de prevalencia e intensidad parasitaria”.

Joutteaux asegura que los parásitos se protegen con revestimientos para no ser eliminados (quistes), son formas resistentes que también pueden infestar. Además, pueden tener migraciones a otros lugares no habituales del cuerpo humano (migraciones erráticas), por ejemplo: conductos de la vesícula, ojos.

Expresa que los síntomas más frecuentes son los gastrointestinales: dolor abdominal, gases, distensión, diarreas a veces con moco y sangre, prurito anal. En muchas ocasiones los niños no tienen síntomas (dos tercios de los casos), los minimizan, no los reportan o los padres están ausentes. Los parásitos ingresan por boca, siguen un ciclo, llegan al intestino y allí provocan alteraciones de la mucosa y trastornos digestivos y generales como fatiga, sueño, falta de apetito, muchas veces relacionado con la anemia que provocan.

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En tanto, Ortiz añade que los parásitos afectan el estado nutricional “pues incrementa las pérdidas de hierro, vitamina A, causa pérdida de los nutrientes ingeridos y aumenta los niveles de anorexia (falta de apetito). De otro lado, el parasitismo incide en la capacidad de aprendizaje y cognición del menor al incrementar las citokinas inflamatorias y el factor de necrosis tumoral, los cuales pueden afectar el sistema nervioso central”.

El especialista indica que los tratamientos actuales son muy efectivos, de corto tiempo y con mínimos efectos indeseables. Pueden revertir las lesiones intestinales y los síntomas. “Es conveniente que los otros integrantes de la familia reciban tratamiento”, resalta.

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Tomar en cuenta
Existen dos grupos de parásitos: los gusanos que son visibles y los protozoarios que no son visibles a simple vista, a este grupo pertenecen las amebas y las giardias, que son los que dan mayores síntomas y problemas en la salud de los seres humanos.

Porque cada niño es un mundo diferente no siga el tratamiento del vecino o familiar sino que consulte a su pediatra.

La forma más frecuente de contaminación es la de mano-boca. El número de casos (prevalencia) está muy relacionado con las condiciones sanitarias, higiénicas deficientes, no disponibilidad de agua potable, eliminación adecuada de excretas. Hoy son un problema serio las inundaciones que mezclan y contaminan todo.

En los niños el manejo ano=mano=boca, agua y alimentos contaminados, insectos como cucarachas, moscas y animales domésticos que lamen son frecuentes formas de contaminación. El ingreso al domicilio con zapatos contaminados debe evitarse. (I)

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