Todas las mañanas mujeres de cabellos canosos hacen cola pacientemente frente a la puerta de un asilo de ancianos de Dresde y cuando finalmente ingresan, vuelven atrás en el tiempo, seis décadas, al pasado comunista de Alemania Oriental.

La mayoría de ellas -la más joven se acerca a los 80- sufren de demencia, pero las evocaciones del pasado reviven recuerdos y habilidades que parecían perdidas y producen sorpresivos niveles de felicidad.

Dejan sus caminadores junto a un cartel de las otrora populares tiendas Kaufhalle, se ponen sus delantales y empiezan el día como lo hacían hace medio siglo. Pican pimientos rojos, tomates y salchichas para preparar una ensalada húngara popular en su juventud, lavan los platos en lavaderos de los años 60 y planchan con viejas planchas a presión mientras escuchan canciones viejas en un tocadiscos.

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Cuesta imaginar que muchas de ellas no se levantaban de la cama ni podían oír o ir solas al baño no hace mucho, según Gunther Wolfram, director del asilo Alexa de Dresde.

“Desde el primer día, este salón ha sido un éxito”, cuenta Wolfram. “La gente se siente feliz de ver las cosas de los viejos tiempos. De inmediato se sienten muy cómodos”.

Viajes al pasado

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Wolfram, quien tiene 49 años y pasó su infancia en Alemania Oriental, dice que de pura casualidad descubrió que artículos de la era comunista y otras cosas hacen que los 130 residentes del asilo se sientan mejor. La revelación se produjo hace dos años, cuando decidió decorar la sala de cine del asilo con una motoneta que supo ser muy popular en Alemania Oriental.

“En lugar de prestarle atención a la película, estaban pendientes de la moto. Se acordaron de cómo encenderla y recordaron emocionados paseos al Mar Báltico. Fue sorprendente”, indicó.

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Inspirado por este episodio, decidió recrear la Alemania Oriental de los años 60 en esa sala.

Recorrió mercados callejeros y al poco tiempo tenía una cantidad de artículos de esa época: detergentes Spee y Fewa, revistas amarillentas y saleros de plástico que toda casa tenía. Los ancianos estaban encantados con la sala y no veían la hora de regresar.

A raíz del éxito de ese experimento, ahora el asilo tiene una lista de espera de gente que quiere ser recibida allí y los administradores de otros asilos han llamado para preguntar cómo están haciendo las cosas.

Alemania Oriental

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La demanda de visitas a la sala antigua es tan grande que Wolfram agregó un segundo salón, este alusivo a la Alemania Oriental de los años 70, con cortinas psicodélicas, lámparas de piso con pompones y teléfonos anaranjados.

A diferencia de lo que ocurría en Alemania Occidental, en la parte oriental escaseaban los bienes de consumo y los supermercados Kaufhalle vendían pocas marcas. Por ello son tan fáciles de reconocer.

Algunos de estos artículos figuran prominentemente en la película del 2003 “Adiós Lenin”, sobre la historia de una mujer que cae en coma antes de la caía del Muro de Berlín y recupera el conocimiento después de la caída, cuando Alemania se ha reunificado. Su hijo se afana por llenar la casa de productos de la vieja Alemania Oriental y de eliminar todo indicio de capitalismo para que su madre no se dé cuenta de lo sucedido.

Herlind Megges, gerontóloga del hospital universitario Charite de Berlín que no está involucrada con el proyecto de Alexa, dice que ese tipo de terapias de recuperación de la memoria pueden ayudar al bienestar de los pacientes con demencia.

“La terapia de la memoria activa lo que todavía está presente y funciona”, dijo Megges. “Es importante para esta gente, que no se siente bien en este mundo porque no se ajusta a lo que recuerdan, el que estén en un ambiente en el que se sienten bien”.

Para Gerda Noack, de 92 años y quien fabricaba sombreros en Dresde, estos viajes al pasado han sido muy productivos.

Noack es una mujer elegante, que llevaba una bufanda de seda en el cuello, se paseaba por el asilo todo el día, según Wolfram. Se le notaba agitada y frustrada, buscando siempre algo que pensaba había perdido. Hasta que empezó a visitar el salón de los años 60.

La semana pasada fue a la cocina de la sala y revolvió pimientos que acababa de cortar en una sartén, después lavó los platos con una expresión de felicidad. Cuando se le preguntó qué la hacía tan feliz, señaló hacia la ensalada húngara que había ayudado a preparar.

“Estas viejas actividades de la vida diaria en compañía de otras mujeres y en un ambiente familiar hacen que nuestros residentes se sientan mucho más relajados”, expresó Wolfram. “Es casi como un trabajo para ellos y se pueden pasar una semana aquí convencidos de que hacen algo útil”. (I)