(Publicado originalmente en La Revista del 14 de mayo del 2017)

Por Ángela Marulanda (angelamarulanda20@gmail.com)

Debido a que en el pasado no se podía hablar sobre el sexo porque era un tema vetado, se perpetuaron muchos mitos al respecto, como por ejemplo, que la iniciación temprana de los hijos en la vida sexual ratificaba su virilidad. Y por eso, en ese entonces algunos consideraban que uno de sus deberes con sus hijos varones era animarlos a iniciarse en la vida íntima tan pronto estuvieran aptos para hacerlo.

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Por fortuna, hoy se sabe que la intimidad sexual indiscriminada desde temprana edad no es una evidencia de hombría y sí un peligro para su salud física y emocional. A diferencia del pasado, los muchachos crecen inmersos en una cultura mediática que les establece que el sexo es un mecanismo incorporado para divertirse y que tener relaciones sexuales es una entretención intrascendental.

Sin embargo, la vida sexual desaforada a que se estimula a los jóvenes por todos los medios, lejos de hacerlos ‘más hombres’ pone en juego su salud física y emocional. Si los hijos no conciben la intimidad sexual como un compromiso con la vida, podrán acabar comprometidos con la muerte (hay más de 50 enfermedades sexualmente transmitidas que pueden llevar a la muerte).

Por otra parte se sabe que la iniciación sexual en estos términos puede perjudicar las futuras relaciones de pareja de los hijos. Está visto que mientras las niñas ofrecen sexo buscando amor, los muchachos ofrecen amor buscando sexo. Así, al permitir que los jóvenes gocen de los placeres sexuales sin ningún compromiso, se les está enseñando a aprovecharse de las mujeres. Cabe preguntarse ¿cómo esperan que ellos puedan ver a sus compañeras como seres dignos de respeto? ¿Cómo podrán establecer un matrimonio basado en la fidelidad con quien, en primer lugar, han aprendido a usar?

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Es urgente cambiar esta visión estereotipada de la sexualidad masculina y llevar a los hijos a integrarla como la experiencia más trascendental, exquisita y poderosa de su condición humana. Y por eso uno de los deberes más importantes de los padres es inculcar a los hijos e hijas que la intimidad sexual no es solo una relación entre dos cuerpos, sino entre dos seres humanos en la que se entrelazan sus afectos, sus sueños, sus almas… y por ende sus vidas. (O)