El pedagogo italiano Francesco Tonucci, investigador en el Instituto de Ciencias y Tecnologías de la Cognición del Centro Nacional de Investigación italiano y autor de La ciudad de los niños, dialoga sobre el estado actual de la pedagogía occidental y la necesidad de que los docentes transmitan a los más chicos el placer y la necesidad de la lectura. Cuestiona el modo en el que se enseña a leer en las escuelas. ¿Por qué?

“La escuela se equivoca. No podemos enseñar un lenguaje solo para evaluarlos. Los lenguajes son medios para comunicar y si falta la comunicación, el lenguaje no tiene sentido. Un niño recién nacido después de meses empieza a hablar porque lo desea, porque vive dentro de un mundo de palabras y esas condiciones se deberían repetir dentro de la escuela para favorecer el aprendizaje. Debe ser un mundo rico de libros, rico de cuentos, de lecturas hechas de parte de los adultos para los niños que construyan un deseo en los chicos. Si sacamos el aspecto emotivo, los aprendizajes siempre serán débiles y provisorios”.

Explica su posición, didáctico y con frases cortas. “En Italia tenemos 30% de analfabetos funcionales, que aprendieron a leer y a escribir, pero que jamás utilizan ese saber porque no lo necesitan”, agrega con preocupación.

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Antes, en la escuela solía enseñarse a recitar poesías de memoria. En la actualidad, en cambio, el aprendizaje de memoria pareciera ostentar mala prensa. ¿Cuál es su perspectiva? “A mí no me molesta que la escuela proponga enseñar determinadas cosas de memoria. Es como si formara un archivo de las cosas que más entusiasman a los chicos. Pero ese saber tiene que tener un sentido, no debe ser una obligación o un deber solo para pasar un examen. Debería ser un regalo que se hace a los chicos para que puedan llevarlo consigo durante toda su vida. En ese sentido la memoria tiene un valor, es parte de nuestra mente e inteligencia”.

En La ciudad de los niños, su obra más conocida, propone que los chicos vuelvan a ganar espacios en la calle. La inseguridad parecería profundizar esa ausencia. “El tema es muy conflictivo. La ciudad pareciera estar mucho más preocupada por los niños, porque hace muchas cosas para ellos. Pero, efectivamente, provoca que los niños se queden de lado. Se crean espacios exclusivos para chicos porque es una manera para alejarlos de la vida común. No creo que los niños deseen eso, ellos desean aprovechar los espacios públicos y compartirlos, porque si son compartidos son seguros y si están demasiado vigilados no permiten el juego, que siempre necesita un porcentaje de riesgo”.

¿Con la sobreestimulación digital cree que los niños están perdiendo su capacidad de juego e imaginación? “Están perdiendo la oportunidad lúdica, no la capacidad. Cuando se encuentran en situaciones favorables los niños vuelven a jugar como siempre. Claro que si no pueden salir de casa, no pueden encontrarse con otros compañeros, y la niñera que le toca es la televisión o la pantalla de un videojuego, sí se crean condiciones de pobrezas. Los videojuegos son herramientas importantes y útiles, pero no pueden sustituir el juego verdadero que es la exploración, la aventura, la sorpresa y la emoción que se vive junto con otros niños en lugares elegidos, con suficiente autonomía y libertad”.

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¿Es optimista o escéptico Tonucci acerca del curso de la pedagogía? “Como trabajo con la niñez hay que ser optimista. Pero honesta y objetivamente hay que ser escépticos, porque hace 40 años que llevo propuestas que si bien logran mejoras específicas, no logran cambiar la condición general de la niñez, que debería tener una buena escuela como derecho constitucional. Hasta ahora nosotros estamos evaluando que algunos de los chicos fueron afortunados y tuvieron buenos maestros, otros no. Tener un buen maestro debería ser un derecho de todos los niños”. (F)

Fuente: Clarín.com