Todos los insultos y groserías que salen de su boca acaban encontrando el camino de vuelta, haciendo estragos en su equilibrio emocional. Así lo aseguran científicos de la Universidad de Tel Aviv (Israel), en una nota publicada por diario El País de España.

Arieh Riskin, líder del trabajo y director de la Unidad de Cuidados Intensivos de neonatos del Bnai Zion Medical Center de Haifa (Israel), demostró con su equipo que los modos y la profesionalidad de los médicos de su unidad se veían mermados cuando los padres de los bebés ingresados se dirigían a ellos con una actitud grosera y maleducada. Lo cual provocaba que el tratamiento aplicado al niño empeorara. Y su recuperación, también.

“Ante situaciones difíciles existen patrones erróneos de resolución de conflictos o estrategias de comunicación emocional mal planteadas, que actúan como un bumerán contra nosotros mismos”, sostiene Elisa Múgica, psicóloga clínica española. (I)