Por Mariquita Noboa (Publicado originalmente en La Revista el 12 de febrero del 2017)

Hay quienes afirman que los mejores momentos, después de la familia, se pasan entre amigos. Los hay gordos, flacos, altos, bajitos, fortachones, esmirriados, rubios, negros, indígenas, mestizos, criollos, caucásicos y de ojitos rasgados. El envase es lo de menos, lo que importa es ese determinador común que late al unísono en un solo corazón.

Si la amistad y el amor van de la mano, es necesario hablar de la lealtad; esto nos lleva a reflexionar en el sentido de confianza y honestidad, que es lo que caracteriza a una buena relación, sea a nivel de pareja, familiar, social o de trabajo.

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En el ámbito laboral, si bien es cierto que debemos ser amables con todos, hay que tener mayor consideración con los superiores, colegas y compañeros de trabajo, puesto que la naturaleza de las diversas actividades impone que seamos comprensivos, en vista de que los diferentes temperamentos y caracteres de los compañeros nos obligan a tener más prudencia en el trato diario, ser atentos y generosos. Recordemos que la cortesía y el servicio a los demás es base fundamental de las buenas costumbres y la no violencia.

Cuando las horas de nuestro trabajo transcurren en este marco no hay estrés ni presión alta, es lo que hoy se conoce como un saludable clima de ecología ambiental.

Puede darse el caso de que alguien quiera, o intente, indisponer a un socio, colega, compañero o vecino de escritorio. Si usted es el jefe, le asiste toda la responsabilidad de analizar este poco agradable momento, pero recuerde que la tolerancia y su justo sentido de discernimiento le harán pensar en esa sabia cita bíblica: “De la abundancia del corazón, habla la boca”.

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Solidaridad también
En el orden social, los amigos son esos seres especiales que sin tener la misma sangre, la vida nos los ha puesto en el camino para querernos tal como somos, sin pretensiones de querer cambiar su forma de ser, pensamiento o profesión; a los amigos se los acepta tal cual son y nunca se debe emitir un señalamiento negativo en su ausencia. A los amigos no se los juzga. El verdadero amigo es con quien compartimos esa alegría interior, la simpleza de departir sin poses ni falsas expectativas.

Una particularidad que distingue a los amigos es el sentido de solidaridad manifestado por el espontáneo deseo de compartir gustos, habilidades, hobbies, labores comunes, aficiones deportivas, actividad profesional o el cultivo de las bellas artes. Aquí lo que predomina es la autenticidad.

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El caso contrario es el interés. En esas circunstancias no hay ningún signo, ni significante, que revele amistad. Los propósitos subyacentes que persiguen otro fin son fácilmente detectables y al igual que las mentiras “tienen patas cortas”. Es bueno recordar que los verdaderos amigos no ofrecen drogas, no invitan a consumir sustancias nocivas ni a cometer actos de incorrección. No abordan encuentros para realizar un negocio, establecer relaciones comerciales o perseguir situaciones que los beneficie solamente a ellos. Eso corresponde a otro escenario.

Los amigos expresan gratitud y no precisamente con obsequios costosos, invitaciones fastuosas o impresionadoras. La verdadera amistad se manifiesta en la armonía y concordancia de pensamiento y acción, lo que significa que hemos llegado al valor de la rectitud, que no solo genera tranquilidad sino que le da calma y fortaleza a niños y adultos de cualquier edad y en cualquier circunstancia.

El buen humor también es otro signo inequívoco de una buena relación, pero cuidado, faltar el respeto a las canas puede debilitar hasta a la más estrecha amistad. Los psicólogos, igual que los antropólogos, sociólogos y psiquiatras, coinciden en afirmar que en apenas diez segundos se puede conocer “el verdadero yo” de cualquier individuo, puesto que las manifestaciones no verbales tienen tanto peso como cualquier expresión verbalizada.

Los buenos amigos no se entrampan en controversias inútiles, no ejercen predominancia en los actos de sus iguales ni quieren manipular la vida de nadie. Las relaciones tóxicas alejan aun a la familia, dejando el mal recuerdo en medio de una sensación de vacío y desasosiego.

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Entonces, ¿cómo saber cuándo hemos establecido una buena y sólida amistad? Cuando hay verdad en cada acción y palabra, cuando somos íntegros y no oportunistas; cuando hay rectitud en el proceder y tenemos la certeza de que podemos confiar el uno en el otro; cuando hay respeto mutuo y no se divulgan las confidencias que salieron en momentos difíciles; cuando prestamos nuestra oreja para dejar que se desahogue ese corazón atribulado, pero no emitimos ningún juicio de valor ni “le echamos leña al fuego”; cuando la ayuda y cooperación van juntos no solo con la consideración sino con la justicia, esto se llama solidaridad.

Los amigos no se hacen “amigos” por interés económico, social, político o escalar posiciones en el ámbito laboral, en estos casos cualquier paso en falso es fácil de identificar.

Celebremos la amistad, brindemos por el amor. Esto no es tecnología, ni ciencia ficción, aquí no hay algoritmos ni ecuación. Los amigos nos abrazamos, nos miramos a los ojos y gozamos de la alegría del encuentro, del disfrute personal. Las motivaciones entre amigos nacen y se alojan en el corazón. Los sentimientos están latentes. Pero hoy cuando los avances electrónicos nos facilitan el chat y otras comunicaciones instantáneas, allende la distancia, podemos decir que “un buen amigo es una buena medicina, pero un buen grupo de amigos es una farmacia completa”. (O)