-Al entrar al ascensor, mantenerse orientado hacia la puerta de salida, y comportarse como si no hubiera ningún otro ser humano allí dentro, por muy abarrotado que esté el lugar.

-Jamás reírse a carcajadas en un restaurante, por muy buena que sea la historia.

-En el hemisferio norte, elegir la ropa que se lleva de acuerdo a la estación del año: brazos desnudos en primavera (por mucho frío que haga) y jersey de lana en otoño (aunque haga mucho calor).

Publicidad

-En el hemisferio sur, llenar el árbol de Navidad de algodón, aunque el invierno no tenga nada que ver con el nacimiento de Cristo.

-Cuando alguien llega a mayor, creerse dueño de toda la sabiduría del mundo, aunque muchas veces no se haya vivido lo suficiente para reconocer lo correcto.

-Ir a una feria de beneficencia y pensar que con eso ya se ha hecho bastante para acabar con las desigualdades sociales del mundo.

Publicidad

-Comer tres veces al día, aunque no se tenga hambre.

-Creer que los otros siempre nos superan en todo: son más atractivos, más competentes, más ricos, más inteligentes, etc. Es muy arriesgado aventurarse más allá de las propias limitaciones: lo más conveniente es no hacer nada.

Publicidad

-Hacer del coche un medio para sentirse poderoso, y capaz de dominar el mundo.

-Soltar improperios en el tráfico.

-Pensar que todo lo malo que hace el hijo de uno es por culpa de las malas compañías.

-Casarse con la primera persona que dispone de cierto estatus social. El amor puede esperar.

Publicidad

-Repetir continuamente “Yo al menos lo intenté”, aunque en realidad no se haya intentado absolutamente nada.

-Postergar las experiencias más interesantes de la vida para cuando ya no quedan fuerzas para llevarlas a cabo.

-Huir de la depresión con fuertes dosis diarias de televisión.

-Pensar que todo lo conquistado se puede dar por seguro para siempre.

-Creer que a las mujeres no les gusta el fútbol, y que a los hombres no les gusta la decoración.

-Echarle al gobierno la culpa de todo.

-Estar convencido de que ser una persona buena, decente, educada, conlleva que los demás la consideren débil, vulnerable y fácilmente manipulable.

-Estar igualmente convencido de que la agresividad y la descortesía en el trato con los otros equivale a tener una personalidad poderosa.

-Tener miedo de la fibroscopia (los hombres) y del parto (las mujeres).

-Por último, creer que la religión de uno, además de la única dueña de la verdad absoluta, es la más importante, la mejor, y que todos los seres humanos de este inmenso planeta que crean en cualquier otra manifestación de Dios están condenados al fuego del infierno. (O)

www.paulocoelhoblog.com