Night will fall o en su traducción Cae la noche, no es una película más sobre el Holocausto judío. Sobre ese tema se han realizado decenas de documentales y películas de ficción que lo han abordado desde distintas aristas, pero la cinta arriba mencionada tiene una historia muy distinta que contar, no solo por abordar el exterminio sino por la forma en que se originó la realización de esta.

Al verla en todo su metraje se puede concluir que una cámara es un arma de la verdad, es el reflejo del poder de la imagen en movimiento. Empolvada en los archivos del Museo Imperial de Guerra del Reino Unido, la cinta grabada por corresponsales de guerra que seguían a los ejércitos aliados en su avance por la derrotada Alemania fueron partícipes de la liberación de los campos de la muerte nazis, son estos corresponsales los verdaderos protagonistas del documental.

Las filmaciones pasaron a ser un proyecto de rescate memorial para Sidney Bernstein y el afamado director Alfred Hitchcok , pero por avatares de la política oficial de los países Occidentales inmersos en la Guerra Fría el proyecto se olvidó. Setenta años después Andre Singer retoma la idea y nos entrega una obra inquietante, violenta y que no hace concesiones sobre la brutalidad del poder.

Publicidad

Tenemos un inicio que nos hace prever en los seis primeros minutos que estamos ante un convencional documental de la II Guerra Mundial, el enfoque de cámara es dirigido a los soldados avanzando en medio de las líneas enemigas, ciudades en llamas producto de los bombardeos.

Luego se da paso a una entrevista con uno de los camarógrafos supervivientes que habla sobre su visión del campo de exterminio de Bergen Belsen y menciona que el olor a muerte lo impregnaba todo, y es con esa mención que el espectador se adentrará en el corazón de las tinieblas, pues se comienza a presenciar el horror en toda su totalidad. La degradación del hombre, anulado en su naturaleza por una fuerza brutal.

Visualizar Night will fall es presenciar tres etapas: la guerra en su escenario bélico, luego el horror de los campos de la muerte, la deshumanización del individuo devorado por una maquinaria asesina y la tercera parte es la recuperación del hombre y su condición, la redención frente al atropello y la violencia sin razón. Todo condensado en algo más de 70 minutos.

Publicidad

Uno de los camarógrafos entrevistados años después dijo premonitoriamente: “Pensé que con el tiempo se podría olvidar, quería olvidar, pero esto nunca realmente te deja”.

Es que es imposible olvidar Bergen Belsen, Dachau, Auschwitz, Treblinka, porque son los distintos nombres de la infamia y están grabados a fuerza de dolor, lágrimas y sufrimiento en el inconsciente de la humanidad. Nunca más. (O)