Una experiencia como para sacarse el sombrero es visitar Sombreros Barberán. Local repleto de historias, personajes y sombreros de diversos modelos, calidad y precios. Todos tejidos por artesanos de Montecristi, Manabí. Actualmente es la única sombrerería tradicional de Guayaquil (Primero de Mayo 114 y avenida Quito), atiende de lunes a sábados de 08:30 a 18:00.

Los tejidos de paja toquilla existían desde antes de la conquista española. Artesanos de Jipijapa y Montecristi tejían unos lienzos ligeros que las mujeres colocaban en sus cabezas para protegerse del sol. En los primeros años de la independencia, la principal ocupación de Montecristi –cuna del general Eloy Alfaro– fue la elaboración de sombreros de paja toquilla.

Hoy, Ecuador es conocido por la calidad de sus sombreros de Carludovica palmata, fibra vegetal de las hojas de palma conocida como paja toquilla. Pero no siempre fue así, porque se creía que nuestros sombreros eran originarios de Panamá porque intermediarios de ese país venían a comprarlos y lo comercializaban internacionalmente como Sombrero de Panamá o Panama Hat.

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Esa fama se acrecentó en 1906 cuando Theodore Roosevelt, presidente de Estados Unidos, visitó la construcción del Canal de Panamá y fue fotografiado con un hermosísimo sombrero ecuatoriano de paja. Esa imagen dio la vuelta al mundo y, erróneamente, se convirtió en el Sombrero de Panamá.

Jouberth Barberán Vélez, 77 años, actual gerente de la sombrerería, cuenta que a inicios del siglo anterior su abuelo, Carlos Barberán Pinargote, fundó este negocio en Montecristi. Hacia 1940, su padre, Carlos Barberán Loor –quien falleció once años atrás–, instaló un almacén de sombreros en Guayaquil (Malecón y Aguirre), sitio visitado por turistas.

En el 2000 se trasladaron al actual local donde solo funcionaba el taller de hormar y prensar los sombreros tejidos en Montecristi. “A Guayaquil llegan crudos, redondos, aquí le hacemos la medida, el modelo y la terminación”, explica Barberán, quien ofrece sombreros desde 40 dólares.

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Pero la calidad Montecristi se inicia con sombreros de $ 200 hasta el exclusivo súper fino Montecristi, que llega a costar $ 1.000. “Es fama que este sombrero es tan delicado que antes era solo tejido durante la noche porque la luz del sol puede quebrar los hilos tiernos y finos de paja. La minuciosa tarea de tejer un sombrero fino toma entre ocho meses y un año”, dice.

“Ese superfino Montecristi es una maravilla”, afirma Barberán rodeado por vitrinas repletas de sombreros. “Hace unos años en las tiendas exclusivas de la Quinta Avenida de Nueva York vi que los vendían a 4.000 y 5.000 dólares”, indica.

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Dice Barberán que la época dorada del sombrero fue la década de los 50, cuando semanalmente se vendían de 200 a 300 sombreros.

Obviamente en su almacén hay sombreros finos para damas, los precios son más bajos. Una clienta famosa fue la cantante mexicana Thalía, quien compró un sombrero fino y una foto da cuenta del hecho.

Su clientela adquiere sombreros de $ 40 a $ 150 para obsequiarlos a amigos extranjeros que visitan nuestra ciudad o a familiares que residen en Estados Unidos, Italia y España.

Pese a los actuales tiempos y modas, el sombrero tejido por nuestros laboriosos artesanos y adquirido en Sombreros Barberán siempre estará a la cabeza del mundo. (I)

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A veces mi padre viajaba a Puná donde acoderaban los barcos, iba a negociar con los tripulantes los sombreros finos.Jouberth Barberán Vélez, gerente de la sombrerería