La rápida expansión de los cultivos de palma a nivel mundial amenaza a algunos de los hábitats más importantes y sensibles del planeta, sobre todo a los bosques maduros insustituibles ricos en biodiversidad, según una investigación publicada por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés).

El estudio también indica que estas plantaciones se han relacionado con la destrucción del hábitat de especies amenazadas, incluyendo orangutanes, tigres y rinocerontes.

Además, que el aceite que se extrae de estas plantas es la sustancia vegetal más consumida en el planeta y aproximadamente la mitad de los productos envasados que se venden en los supermercados lo contienen.

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Ante este escenario, la empresa CarboCycle logró la caracterización de un hongo capaz de alimentarse de la materia orgánica presente en la basura y con esto producir grasas con una calidad similar a las del aceite de palma y soja.

La ecuatoriana Melanie Valencia, cofundadora de la compañía establecida en Nueva York (Estados Unidos), explica que la idea inicial del proyecto no era esa.

“Tratábamos de producir biodiésel a través de los residuos fecales, aguas residuales de la población, pero descubrimos que el contenido de sólidos (heces) era bajo y empezamos a trabajar con contenidos de sólidos más altos (desechos orgánicos) y en el momento que hicimos la caracterización de los lípidos nos dimos cuenta de que son similares al aceite de palma y nos redireccionamos”, dice.

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Valencia comenzó a trabajar en el estudio cuando cursaba su masterado en Salud Pública y Ambiental en la Universidad de Columbia en 2012, con la mentoría de Kartik Chandran y la participación Shashwat Vajpeyi y Andrew Roe, estos últimos también socios de la firma.

Por medio de esta tecnología se enfrentarían dos problemas ambientales: se gestionan los residuos orgánicos de la basura de mejor manera y se previene la deforestación causada por el cultivo y tala de palma.

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La ecuatoriana explica que no extraen directamente la sustancia de la basura como la mayoría de personas piensa.

“Primero pasamos por un proceso de fermentación y luego se da la conversión microbiológica. Los residuos orgánicos sin procesar se descomponen y se convierten en metano o dióxido de carbono, lo que contribuye al cambio climático. Lo que hacemos es que los restos, dentro de la fermentación, se descompongan en un ácido corto y los transformamos a lípido”, añade.

La aplicación de este lípido, por ahora, es limitada y solo se han realizado pruebas en laboratorios donde se elaboraron surfactantes (agentes químicos activos en superficie), en especial jabones.

Al principio la investigación se financió con el apoyo de la fundación Bill y Melinda Gates. Luego ganaron un capital semilla de $ 35.000 en el concurso ‘Global Challenge’ de Columbia University y con esto iniciaron la empresa.

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En el mundo cerca del 46% de los residuos son orgánicos y la tercera parte de la comida que se produce va directo a la basura porque se daña en los mercados o la gente la desperdicia”.Melanie Valencia, De CarboCycle.

Valencia asegura que lo difícil es la financiación para la producción industrial.

“Estamos aplicando para diferentes programas no reembolsables privados y gubernamentales en Estados Unidos. Con cien mil dólares para equipos y salarios podríamos procesar hasta un cuarto de tonelada de residuos orgánicos diariamente”, detalla.

Esta propuesta ecológica ha recibido varios reconocimientos internacionales, uno de ellos fue el otorgado por MIT Technology Review en español, una de las revistas de tecnología de mayor renombre en el mundo, dentro del programa ‘Innovadores menores de 35 en Ecuador’, en noviembre de 2016.

Melanie Valencia es oficial de Innovación y Sustentabilidad de la Universidad San Francisco de Quito y colabora con el Municipio de la capital en varios proyectos ambientales.

Ella confirma que la llegada de CarboCycle a Ecuador es compleja. “Creo que el país todavía no está listo y el mercado no está maduro”, sostiene. (I)