El viento sopla tan fuerte que se escucha el golpe de las hierbas entre sí, a más de 2.800 metros sobre el nivel del mar, en la comunidad de Manzanapata. Es la tierra de Juan Tenezaca, quien a sus 76 años se convirtió en el último tejedor de telar en la parroquia Chorocopte –donde muchas chozas de barro y paja fueron reemplazadas por grandes casas de cemento– y de todo el cantón Cañar.

“Cuando era niño y hasta cuando llegué a la juventud en cada casa había un telar y el que menos, pasaba los días frente a esa herramienta para tejer su propia ropa y la de su familia”, recuerda Juan, quien pese a su diabetes y presión baja, teje sueños como el de trascender las fronteras con las técnicas ancestrales de tejidos, que aprendió cuando tenía 7 años.

Por su habilidad se convirtió en uno de los doce ganadores del Concurso Nacional de Patrimonio Cultural Inmaterial, Reconocimiento a Portadores de Saberes Tradicionales 2013, del Ministerio de Cultura y Patrimonio, que además le hizo un homenaje a su valor, lucha diaria y dignidad como tejedor y ser humano.

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El acuerdo honorífico, que recibió en El Tambo (Cañar), y un premio económico de $ 4 mil, representaron para él un reconocimiento a los saberes de sus ancestros, “y al valor que le damos pocos cañaris a esa sabiduría”, asegura.

Pero además representó una oportunidad, ya que con 36 jóvenes de su comunidad, algunos de la Asociación de Productores de Semillas y Alimentos Nutricionales presentaron un proyecto al Ministerio de Relaciones Exteriores para viajar a Estados Unidos y establecer contactos comerciales.

“Nuestra mano de obra aquí es explotada, muchos regatean los 50 dólares que pedimos por un ponchito, pero allá, los intermediarios dicen que se venden hasta en 500 o 700 dólares”, afirma, mientras instala su telar, en una de pared de bahareque de su pequeña casa, que contrasta con las grandes de cemento de los alrededores.

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Desde 1977 perfeccionó los tejidos de 13 diferentes estilos de poncho, entre los que en la actualidad teje el Caramelo, el Número 8, el Quingo y el Amarrado, que llevan esos nombres por la clase de tejido, forma de las figuras y colores.

También elabora alforjas, bolsos, reatas –que utilizan los varones y que son como cinturones que se llevan fuera de los ponchos largos–, fajas multicolores para ajustar las polleras de las mujeres, entre otras prendas. “Pero ahora, parece que con la gente que emigró se fueron las costumbres y el amor a lo nuestro”, dice Juan. (I)

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Más datos
Tejidos
Materia prima

Hasta hace una década hallaba parte de su materia prima en los cerros, especialmente semillas del sangorache, chulco de penco y chuchiñahui, con los que elaboraba el tinte de cada hilo.

Lana de borrego
La lana de borrego, que se hilaba a mano, desapareció poco a poco por ser un poco más costosa y de mayor tiempo de elaboración.