Periodista radial y televisivo, también es poeta. Se trata de Diego Oquendo, quien recientemente publicó el libro En búsqueda de los cantos perdidos, en el que se hace un recorrido por la poesía que el autor desarrolló entre los años 1961 y 1971. Con este Diario conversó sobre su poemario.

En el prólogo del libro se menciona un recorrido “inventarial” por la poesía de Diego Oquendo. ¿Es correcto decirlo de esa manera: “inventarial”?

En verdad la acepción “inventarial” no consta en los diccionarios del castellano. Allí se incluye “inventario” e “inventariar”. Pero a ciertos escritores –Rubén Astudillo y Astudillo, aparte de ser un poeta memorable fue un creador literario de reconocida trayectoria– se les permiten algunas licencias. Recordemos el desenfado con que Juan Ramón Jiménez daba forma a su cometido lírico. A pesar de ello ganó el Premio Nobel de Literatura. Y para no retroceder exageradamente en el tiempo, señalo que Gabriel García Márquez no tuvo empacho en recomendar la abolición de la gramática.

Publicidad

En su volumen, los poemas reflejan diversas etapas. ¿Cómo evolucionó la poesía de Diego Oquendo entre 1961 y 1971?

El transcurso de los años es obvio, impone cambios en el quehacer humano. Cada temperamento reacciona con singularidad frente al mundo que le rodea. La conducta racional sufre mutaciones… Nada permanece igual. Sin embargo, en cuanto a mi ejercicio poético –acaso con alguna modificación– el acento perdura.

Hay poseía de corte romántico, vivencial, testimonial, espiritual en las páginas que estamos comentando. ¿Su oferta lírica contiene, ayer y hoy, los mismos elementos?

Publicidad

Exactamente. Y es que la poesía habrá de girar siempre alrededor de conceptos sustanciales, ineludibles, básicos: el amor, la enseñanza cotidiana, la certificación de lo que ocurre en la tierra, el resuello espiritual. En fin, la experiencia maravillosa de saber que estamos vivos y que, algún día, fatalmente, deberemos ausentarnos tomados de la mano de la muerte.

En el estudio que antecede a su entrega literaria se habla de la solidaridad en los poemas de Diego Oquendo. ¿De qué hablamos?

Publicidad

El solo hecho de escribir sabiendo que el mensaje tendrá un destinatario, un lector, una lectora, porque a fin de cuentas nadie escribe para satisfacerse egoístamente a sí mismo, es ya un gesto solidario. En muchos de mis poemas se revela un ánimo compañero, vecino, de apego a los demás, especialmente los menos afortunados. Un ejemplo: “Los niños pobres nacen con olor a tierra, / juegan con ella e incluso la llevan a su boca, / digieren su áspera materia. / Ensimismados y quietos los recoge la tierra. / Mudados en gris sustancia, ¿alcanzarán el cielo?”.

Para algunos autores la poesía es una forma de liberación. ¿Es así para Diego Oquendo?

En alguna medida sí, pero al mismo tiempo escribir poesía significa algún tipo de encierro, en especial cuando el proceso de alumbramiento entraña angustia y hasta dolor. Y no exagero en modo alguno. Ahora, cuando el verso alcanza su forma definitiva, ¡el alma se siente liberada!

No todos conocen esta faceta de Diego Oquendo. Muchos estamos familiarizados con el periodista, antes que con el poeta. ¿Cómo ser poeta y periodista al mismo tiempo?

Publicidad

En realidad, no creo que sea desconocida mi condición de poeta. He publicado varios libros, incluso con traducción a otros idiomas: el inglés y el francés si he de ser objetivo. Lo que sucede es que no soy amigo de cofradías, cenáculos o capillas en que los “feligreses” intercambian loas y se bendicen unos a otros. En ese sentido soy un juglar solitario. En lo tocante a practicar el periodismo y reconocerme como trovador, la cuestión no es imposible: en ambas calidades predominan la sensibilidad y la búsqueda de lo que puede llamarse “verdad”. En el fondo, el mensaje del periodista y el poeta es idéntico.

Más allá de lo que usted manifiesta, ¿es factible que se den simultáneamente la crítica periodística y el recado poético?

Desde luego. Todo depende de que el periodista y el poeta sean consecuentes con el dictamen de su conciencia y la manifestación de su espíritu. (F)