Los muñecos satíricos de las Fallas de Valencia, fabricados con mimo para arder en segundos todos los 19 de marzo en un espectáculo de pólvora y fuego en España, son los nuevos integrantes de la lista de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.

Estos elaborados “ninots” (muñecos) de madera, cartón, papel y productos más modernos como poliestireno o gomaespuma, de hasta 30 metros de altura, invaden todos los rincones de Valencia y pueblos de la región, en una de las celebraciones más populares de España.

Son representaciones satíricas, muchas veces subidas de tono, en ácidas críticas a acontecimientos actuales o personajes de la vida política, famosos o estrellas deportivas. No se salva nadie: Mariano Rajoy, Barack Obama, Hugo Chávez, Lionel Messi... sus enormes dobles han sido reducidos a cenizas.

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Ineludiblemente, a la medianoche del 19 de marzo, son prendidos en fuego, junto al sonido de los petardos, para celebrar la llegada de la primavera, tal y como han venido haciendo los habitantes de Valencia desde hace siglos.

Su entrada en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco es valorada por los responsables de Las Fallas con orgullo. Y además esperan que le dé un empujón al turismo.

“Es bonito, en el sentido de que se reconoce finalmente todo el conjunto de lo que significa la fiesta”, indica a la AFP Ximo Esteve, vicemaestro mayor del gremio de artistas falleros de Valencia.

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Una fiesta “total”

A diferencia de otras conocidas celebraciones en España, como los encierros taurinos de Pamplona o la guerra vegetal de La Tomatina, las fallas son únicas porque implican prácticamente a toda la ciudad y durante el año entero, explica el presidente del Museo Fallero de Valencia, Gil-Manuel Hernández.

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Es una “fiesta total”, ya que los ninots son elaborados durante meses por más de 380 organizaciones vecinales, que involucran a unos 200.000 personas “militando activamente para sufragar, mantener y poner en funcionamiento todo esto”, afirma.

El Ayuntamiento de Valencia, la tercera ciudad española con unos 800.000 habitantes, aporta el 20% del costo de Las Fallas, pero el resto lo ponen los vecinos. Y el año pasado, el presupuesto para la elaboración de las representaciones se elevó a 7 millones de euros, según cifras oficiales.

Es un “arte efímero” pero que deja en el espectador una memoria indeleble, señala el artista Esteve.

“Es un ejercicio de autocatarsis colectiva, donde la gente saca todos sus demonios a la calle y luego los quema. (...) Un ejercicio casi sagrado, de limpieza colectiva”, acota Gil-Manuel Hernández.

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Solo uno de los ninots será “indultado” por votación popular, para ser exhibido en el Museo Fallero.

La “cremà” de los gigantes de cartón es el plato fuerte de las fiestas, que discurren del 15 al 19 de marzo, pero que también incluyen espectáculos pirotécnicos, corridas de toros, trajes y música regional y, por supuesto, mucha comida y bebida.

El año fallero

A penas barridas las cenizas, comenzarán los preparativos de las fallas siguientes. Durante todo el año se mantienen activos los “casals”, centros de reunión de cada comisión (más de mil en total en toda la Comunidad Valenciana) que promueven actividades culturales.

La celebración, cuyos orígenes pueden rastrearse hasta el siglo XVIII y que ha sobrevivido a momentos de censura, atrae a más de un millón de visitantes, algo que los organizadores espera que se impulse con el reconocimiento de la Unesco.

Los artesanos esperan también que sirva para visibilizar su trabajo, que a su parecer está menguando por la industrialización en la elaboración de los ninots.

“Nuestra actividad debería estar más protegida, porque es un trabajo que se está perdiendo”, afirma Esteve, portavoz del gremio con 250 afiliados. (I)