Hace once años abrazó a España como su segunda patria. En ese tiempo ha acuñado diversas experiencias, incluso fue nombrada como uno de los 100 latinos más destacados e influyentes de ese país. Es la escritora guayaquileña María Fernanda Ampuero, quien mañana recibirá el premio Cosecha Eñe 2016 por su relato Nam, que fue elegido entre otros 4.000 y que habla sobre las primeras experiencias sexuales, el amor lésbico, según su autora.

¿Cómo tomó la noticia del premio Cosecha Eñe?

Me cogió de sorpresa. La mejor sorpresa del año, sin duda. Abrí mi correo y tenía un mail de Luisgé Martín, que es el director de la revista y un escritor muy conocido, y una parte de mi cabeza me decía que tenía que ver con el premio Eñe y otra me decía que era imposible, que me iban a invitar a participar en alguna mesa en el Festival Eñe, que se celebra en estos días, pero no que me había ganado el premio, que no sueñe. Yo participé sin demasiadas expectativas porque, además de que compiten cientos de cuentos de todas partes del mundo hispano –cuatro mil en esta edición–, siempre ganan escritores que yo admiro profundamente.. Así que cuando por fin abrí el mail y Luisgé Martín me decía que me había ganado el Eñe, recuerdo que estaba sola en un bar de Plaza de España, y no sé qué cara se me habrá quedado, pero me vinieron a la cabeza todas las dificultades que viví desde que llegué a este país, todo el enorme anonimato, el vivir sin papeles que es tan difícil, los amores y horrores. Creo que me pasó la emigración entera por la cabeza. Y, claro, al final sonreí porque me estaba pasando esto tan hermoso, tan importante.

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Este premio es un logro no solo para usted, sino también para la literatura ecuatoriana. ¿Cómo lo ve?

Fíjate, mi mamá está muy orgullosa y también mis hermanos y mis amigos. A ellos, otras personas que yo no conozco, les dicen que están orgullosos también de que sea yo, una guayaquileña, una ecuatoriana, quien se ha ganado este premio tan importante (...) Así que a mí me hace feliz el mega orgullo de mi mamá, mis hermanos y mis amigos. A fin de cuentas, el país es eso: lo que reconoces como familia. Además, ellos brindan contigo un rato, te abrazan, pero después, enseguida, vuelven a hacerte bromas y a reírse de lo torpe o de lo malgenio que eres y a contar las anécdotas más vergonzosas de tu infancia y juventud y vuelves a ser la persona graciosa que se ríe de sí misma y nada de Cosecha Eñe ni nada. De hecho, y esto es muy gracioso, mi hermano me llama “la mejor excretora ecuatoriana”: eso es el amor.

¿Qué significa hacer literatura fuera de Ecuador?

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... Hacer literatura es un oficio ingrato porque no tienes garantías de nada. Te sientas y pasas horas, horas y horas pensando en cosas que no existen y que nada más por tu emperramiento van a existir en una hoja de papel, pero además tienen que estar bien escritas y tienen que tener ritmo y atrapar al lector. Es decir, es una locura que nos dediquemos a esto. Es complicadísimo y nadie te paga un centavo para que lo hagas. Te pasas obsesionada con una historia. Te acuestas pensando en cómo continuar, te levantas con una idea genial que al final resulta que es una porquería. Te odias profundamente y luego te amas y te vuelves a odiar. Vives en una esquizofrenia constante. ¿Para qué? Para que, en mi caso, exista un cuento que antes no existía. ¿Vale la pena? ¿Vale la pena perder casi la cordura y pasarse todas esas horas con algo que probablemente termine en la papelera? No sé. Yo no puedo hacer otra cosa (...) Es como una enfermedad. Pero bueno, hoy me han dado un premio.

¿Hay la suficiente apertura en las casas editoriales?

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Creo que sí. No soy tan apocalíptica en ese sentido. Te voy a hablar de Mónica Ojeda, la autora guayaquileña. Ella acaba de publicar su libro Nefando en Candaya, una de las mejores editoriales independientes de España. El libro de Mónica es soberbio, te deja sin palabras. De hecho, he pensado mucho qué palabra utilizar para describirlo porque es muy difícil. Bueno pues, cuando alguien escribe un libro como el de Mónica Ojeda, sea de donde sea, ese libro se va a publicar. Va a tardar más o menos, pero va a ver la luz. Y mucho más ahora que hay internet y redes sociales y que nos conocemos todos. Las casas editoriales quieren publicar y nosotros también. El asunto es cómo conectamos. Bueno, no van a venir a tocar nuestra puerta, eso está clarísimo.

¿De alguna manera su condición de extranjera ha influido en su forma de hacer literatura?

Mis decisiones vitales, y las de todos, imagino, influyen en lo que escribimos, así que por supuesto. Pero, además, influye que tengo vagina y no pene, que soy la hermana de en medio de dos varones, que me eduqué en un colegio para niñas de mucho dinero cuando mi familia no lo tenía, que nunca fui guapa, que fui muy solitaria, que me gustan los perros más que los gatos, que siempre tuve sobrepeso y una lista infinita de cosas trascendentes y ridículas. De todos modos, si me preguntas en concreto sobre mi extranjeridad, podría decirte que siempre me sentí un poco extranjera de todo. Incluso antes de haber salido de Guayaquil, yo ya me había ido.

¿Para quien escribe María Fernanda Ampuero?

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Si te refieres a un lector en el que pienso mientras escribo, no. Pero lo que sí hay es un deseo en mí, en otra yo, de que exista ese texto. Quiero decir, yo misma, como lectora, desdoblada, quiero leer eso. ¿Por qué? Tal vez porque escribo cosas que se quedaron inconclusas, que nunca llegué a comprender, lo que pasa tras una puerta que no me dejaron abrir. Mis temas suelen rondar los silencios familiares, aquello que se sobreentiende entre los mayores, pero que dejan a los niños perplejos o los deseos inconfesables, raros, que se castigan, pero no se explican. Quiero decir que yo, por medio de mi propia literatura trato de explicarme las cosas que he ido dejando abiertas, confusas, dolientes y palpitantes, como el corazón de ese cuento de Edgar Allan Poe, en el sótano de mi vida: mi infancia y adolescencia.

La literatura ahora llega por varios frentes. La internet es uno de ellos, pero ¿hay espacio para una narrativa larga en el cyberespacio?. ¿Cómo hacer que las personas se interesen en la literatura?

A la gente siempre le han gustado las historias, las buenas historias. Desde el sabio de latribu alrededor del fuego hasta la narrativa de un videojuego o una serie de televisión. Es lo mismo, nada más cambia el formato. La gente nunca va a dejar de consumir historias, eso será lo último que pase. Da igual libro de papel que ebook o que, quién sabe qué se inventarán, lectura en realidad virtual, lo importante es que la gente quiere seguir teniendo historias en su vida. ¿Por qué el éxito salvaje de Netflix? ¿Acaso eso no es sentarse alrededor del fuego a que te cuenten historias? Lo que tenemos que hacer los escritores es escribir y procurar hacerlo lo mejor posible porque ¿qué otra cosa podemos hacer?

¿En qué nuevos proyectos está trabajando María Fernanda Ampuero?

Creo que el 2017 va a ser un año feliz para mí, al menos en lo que respecta a la literatura… Lo demás, en fin, eso sí que no lo puedo saber. Pero tengo al menos un proyecto literario muy emocionante del que se enterarán apenas lo tenga asegurado. (I)