"¡Oye, apágame esa pendejada; no se cómo puedes escuchar ese alboroto!". Al principio fue esa advertencia. Luego: "Hijo, esa música metálica es satánica". Pasaron los años y ese alboroto que venía del infierno se fue regando por los circuitos rockeros de Los Ángeles, New York, México, Copenhague, Seúl, Sao Paulo, Buenos Aires, Guayaquil, Quito...

Apenas cumplida la mayoría de edad, Lars Ulrich (batería) y James Hetfield (guitarra y voz) fundaron la banda el 28 de octubre de 1981 en Los Ángeles, California. Reclutaron a Ron McGovney y a Dave Mustaine (ahora líder de Megadeth) y un año más tarde empezaron a tocar. Su éxito fue inesperado, rápido. Desde entonces hubo polémicas, separaciones, diferencias, rumores y giras, tantas que el récord Guiness la cuenta como la primera agrupación en haber tocado en todos los continentes, incluyendo a la Antártida.

A Quito, Lars y James, ahora con 52 y 53 años, llegaron en el 2014 con Kirk Hammett y Robert Trujillo. Ese cuarteto se repite este sábado en el parque Bicentenario.

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Ni dios ni demonio, la banda se fue convirtiendo en un fenómeno imposible de encasillar. Con cada presentación, con cada disco y con una transformación estética que ha mutado en estos treinta y cinco años de trayectoria, lejos de la decadencia, Metallica consolida su nombre como referencia del thrash metal, como una marca que factura millones y como un ícono cultural que no pierde vigencia.

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¿Por qué es tan importante Metallica para sus seguidores? No hay respuesta. El lugar común de la rebeldía, lejos de una repetición vacía, es un un sello de distinción que alimenta el mito. “Los intentos de mis viejos por sacarme del metal les salió al revés. Ya tengo 39 y oigo más rock que antes”, recuerda Pablo Rodríguez, un periodista quiteño especializado en el movimiento rockero.

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Desde los 15 años quiso ser ser baterista como Lars Ulrich y James Hetfield. “Al final nunca aprendí nada y me dediqué al periodismo”, cuenta entre risas, mientras se acomoda el cabello largo, negro. “Digamos que nunca abandoné a Metallica porque es como el amor de mi vida. ¡Y está intacto!”.

-Un amor musical con el que llevas 24 años. ¿No te cansa?

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-Metallica tiene una magia que no se puede explicar: no es aburrido.

-¿Y no es lo mismo de lo mismo?

-Para nada. Para no caer en el aburrimiento, Metallica me ha dado opciones: me dio (los álbumes) el Load, el Reload, St Anger...

-Esos no son los del inicio

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-Pero es que no niegan los inicios. Yo empecé con The Shortest Straw, del álbum And Justice for All.

-Hay quienes dicen que Metallica se vendió al mercado, que no es lo mismo de antes...

-Dicen que rompieron el metal de inicio, pero nada que ver. Hay algo así como un amor exagerado a los primeros sonidos de Metallica que provoca una resistencia inútil. Más que una contradicción del grupo es propia del movimiento rockero.

Efraín Rivera es el presidente del club de fans de Metallica más grande de Ecuador. Tiene 33 años y, a diferencia de Pablo, tiene el cabello corto y no se considera un rockero de esos que viven y mueren por las bandas más extremas. Los respeta, dice, pero si bien se inclina por el rock clásico, su pasión es más específica: Metallica y punto.

Cuando tenía 9 años escuchó la canción One y se asustó “por la potencia de la música”. De a poco se fue metiendo en la banda y ahora sabe todas sus canciones. Es un publicista más bien calmado, tímido. “Pero cuando estoy en un concierto de Metallica me transformo”.

Ha seguido a la banda durante años y es un coleccionista atento al detalle. En el 2011, en Atlantic City (Estados Unidos), Lars Ulrich le lanzó el vaso de plástico en el que tomaba un energizante. Cayó en manos de Efraín, que estaba en primera fila.

En medio de los muñecos, discos, pósters... Ese vaso de plástico es su mayor tesoro. ¿Aún lo conserva? “Con todas sus babas y bacterias”. En efecto, nunca lo ha lavado. Para él sería como borrar su memoria, un momento en el que su identidad musical se reafirmó.

La fan page de Metallica en Facebook, a la fecha, tiene más de 11 mil seguidores y el grupo cerrado que creó Efraín, más de 15 mil.

Pablo y Efraín, que fueron entrevistados en sitios y días diferentes, coinciden en una frase: “Metallica es un switch”. A su manera, ambos advierten que una vez que ese interruptor se levanta, “¡se jodió todo!”. En el Bicentenario, lo pondrán a prueba nuevamente. Y juran hacerlo una y otra vez hasta el último día de sus vidas, aunque Metallica deje de cumplir años. Porque, como señala Pablo, “esto no es algo que pasa con la moda ni con los años ni con nada, Metallica rompe con todo; es el amor de tu vida”. (E)