En la víspera de la fiesta de san Juan Pablo II que hoy celebra la Iglesia, el papa Francisco alentó ayer a seguir el ejemplo del pontífice polaco y de santa Faustina Kowalska; se refirió a ellos como luminosos testimonios de la Divina Misericordia, de acuerdo con Aciprensa.

A miembros de la Fundación Juan Pablo II, que recibió en el Vaticano, el papa dijo: “El Año jubilar nos permite reflexionar y meditar en la grandeza de la Divina Misericordia, en un tiempo en el que el hombre, en razón de los progresos en varios campos de la técnica y de la ciencia, tiende a sentirse autosuficiente, como si estuviese emancipado de toda autoridad superior, creyendo que todo depende de sí mismo”.

Continuó: “Como cristianos somos conscientes de que todo es don de Dios y que la verdadera riqueza no es el dinero, que nos puede hacer esclavos, sino el amor de Dios, que nos hace libres”. Y agregó: “La finalidad de vuestra fundación es sostener iniciativas de carácter educativo, cultural, religioso y caritativo, inspiradas en la figura de san Juan Pablo II”.

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Recordó que la fundación ayuda a jóvenes en sus estudios, sobre todo en Europa del Este. Y los alentó a seguir apoyando a la juventud. “¡Que a los jóvenes no les sea nunca robada la esperanza del mañana!”, dijo.

El pontífice indicó que “la tierra polaca ha tenido dos grandes hijos en santa Faustina Kowalska y san Juan Pablo II, ambos apóstoles de la Divina Misericordia” y recordó algunas palabras del papa Wojtyla escritas en su encíclica Dives in misericordia:

“Jesús (...) ha demostrado cómo en el mundo en que vivimos está presente el amor, el amor operante, el amor que se dirige al hombre y abraza todo lo que forma su humanidad. Este amor se hace notar particularmente en el contacto con el sufrimiento, la injusticia, la pobreza; en contacto con toda la condición humana histórica...”.

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A continuación citó a santa Faustina Kowalska, quien en su diario anotó la siguiente exhortación que le hizo Jesús: “Hija mía, observa mi corazón misericordioso y reproduce en tu corazón y en tus acciones su piedad, de modo que tú misma proclames en el mundo mi misericordia inflamándola”.

Animó: “Que estas palabras y sobre todo los ejemplos de vida de estos dos luminosos testimonios inspiren siempre vuestro generoso esfuerzo”. (I)