Cuentan los antiguos en Tsáchila, Santo Domingo, que hace muchos años, los abuelos de los abuelos podían conversar con los pájaros, en el cielo donde vivía un enorme tigre de enorme boca, de ojos como los rayos, con garras poderosas y un pelaje muy resplandeciente, pero vivía en la oscuridad.

Un día, el tigre de la oscuridad andaba furioso y hambriento y de un solo bocado se comió el Sol y en la Tierra cayeron las tinieblas.

Los tsáchilas vivieron así, en esa larga noche. Se tropezaban unos con otros y se la pasaban todos golpeados y adoloridos, así que decidieron encerrarse en sus hogares y no salir. No podían hacer nada que incluso la comida se escaseaba. Más de una ocasión se escuchaban gritos desesperados de los que eran atacados por las fieras de la selva.

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La luna estaba confundida por la desaparición del Sol, tampoco salía y eso era más grave porque ya no se podía enamorar con su luz nocturna. Los pájaros morían y los ríos empezaron a secarse porque confundida la lluvia sin la guía de los astros celestes, tampoco caía.

Angustiados, los tsáchilas decidieron hacer su propia luz e intentaron hacer fogatas con ramas y alumbrarse con su fuego, pero fue inútil. Los más débiles morían rápido. Mientras, el tigre de la oscuridad, con sus fauces abiertas, se acercaba cada vez más a los atemorizados tsáchilas para devorarlos uno a uno.

Sus pasos se escuchaban muy cerca de sus casas. Viendo el desastre inminente, a los sabios ancianos se les ocurrió crear su propio sol. Los chamanes (brujos) se reunieron y pensaron en convertir a un joven tsáchila en el poderoso astro.

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Así pasaron tres días tristes y sombríos. Al cuarto, su sorpresa fue total, apenas podían abrir los ojos. Una luz incandescente los quemaba y era casi imposible de resistir verlo. Ahí estaba el sol de nuevo, reinando en lo más alto, alcanzando con sus rayos a todos los tsáchilas. Con todo su esplendor, ahí estaba de nuevo, pero no lograban soportarlo.

Recordaron los ancianos que el joven tsáchila tenía dos ojos y que seguramente estaba alumbrando con los dos. Por lo que sería necesario que alumbrara solo con uno. Así que lanzaron una gran piedra hacia el cielo y lograron su objetivo, pudieron por fin volver a disfrutar de las bondades del rey sol, que ahora anda con un solo ojo. (F)

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Fuente: libro Leyendas del Ecuador.