La política está presente en las paredes de El Chanchullero, en La Habana Vieja, donde incluso es posible comer dentro de una cárcel recreada en el bar restaurante cubano que atrae con su ambiente, pero también con su sabor muy local.

“Pa’ empezar”. El menú ofrece así las entradas. En este local hay desde tapas de tomate, croquetas de ave hasta pepinos rellenos con cangrejo y guacamole, la combinación también puede pedirse con pollo o pescado.

La carta presentada en papel ministro común oferta once opciones “pa’ empezar”. Le sigue “jama”, que entre paréntesis deja claro que es la comida. Ahí los platos están hechos a base de pollo y cerdo. Son ocho en total.

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La comida tradicional cubana se encuentra en la selección “Esto es lo que a mí me gusta”. La ropa vieja de cerdo es abundante, viene presentada con ensalada de pepinos, fufú de plátano maduro, fréjol negro con arroz y aguacate.

Uno de los meseros recomienda de entre seis platos fuertes el cerdo con quimbobo, que es “un lomo a la plancha con salsa de la casa”, explica. Pero el plato tiene más: a la proteína la acompañan un delicado puré de yuca y una ensalada de verduras frescas.

El dependiente cuenta que en Cuba la carne de res es escasa por razones políticas. El ganado es de Fidel, dice con timidez. Los camarones existen en la carta de los restaurantes, pero están reservados para los turistas, asegura un comensal cubano.

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El Chanchullero, que también ofrece cocteles cubanos, tiene en sus paredes leyendas como “Revolucionar no es retardar” o un afiche del presidente de Estados Unidos, Barack Obama con la leyenda “Mami, ¿qué será lo que quiere el negro?”. (I)