Los cohetes explotaban por cientos y en seguidilla. Se escuchaba un ratatatatatatata ensordecedor y el aire se cubría de humo. También se escuchaban aplausos y gritos. ¡Viva el Cristo Negro!, decía un campesino con sombrero de cuero. Un coro masivo respondía: ¡Viva!

Era mediodía del sábado 10 de septiembre y en la orilla del río Daule, perteneciente al recinto Naupe, los devotos del Señor de los Milagros, reconocido como Cristo Negro, se llenaron de júbilo, profundizaban y recargaban su fe en aquella imagen y aclamaban su llegada en procesión desde la cabecera cantonal, casi 3 kilómetros aguas abajo.

La imagen de Cristo Crucificado llegaba, como lo hace todos los años durante las últimas décadas, en la segunda semana de septiembre. Venía a visitar el agro, donde está la mayoría de sus devotos, aquellos que batallan día a día para cosechar principalmente arroz.

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El Cristo Negro llegó en una canoa, acompañado de una banda de músicos y del vicario de Daule, Fredy Barzallo. Este año, el religioso cambió la modalidad de traslado. No se armó una plataforma con tablas en tres canoas, como se hizo al menos en la última década. Allí se ubicaban el vicario, el arzobispo de Guayaquil, si asistía, y las autoridades civiles e invitados. Este año, el alcalde de Daule, Pedro Salazar Barzola, participó en otra lancha.

Ese no fue el único cambio. Hasta el año pasado, la plataforma se detenía frente a las estaciones armadas en el trayecto y el sacerdote daba un corto mensaje y repartía bendiciones. Los campesinos que habían armado los altares con los mejores adornos solo vieron pasar el cortejo de 30 canoas por el centro del río.

El dauleño Romeo Sánchez añoraba desde una lancha esa antigua costumbre. Explicó que el campesino es hombre de fe y arma el altar para recibir la mirada del Cristo Negro y la bendición sacerdotal, que significa un aliciente para que las tierras produzcan mejor en el año.

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Eso entristecía a Macario Gómez, un agricultor que participa como ayudante en el embarco. Él recordó que los devotos que arman los altares se habían acostumbrado a recibir el mensaje de mons. Antonio Arregui, exarzobispo de Guayaquil, que era participante.

Pero aquella realidad no amainó la devoción de quienes lo esperaban en Naupe, un recinto arrocero. Cuando la imagen descendió, decenas de manos arrugadas se extendían para tocar la imagen y persignarse. Eran en su mayoría campesinos de piel trigueña demostrando su fe y no temían al castigo que tuvo el esclavo de piel negra que a escondidas logró tocar la imagen, por los años 1600, cuando, según la leyenda documentada por la Vicaría de Daule, se dio la transformación del color.

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El crucifico era blanco cuando lo tocó el esclavo. El dueño de la imagen, un hacendado, lo mandó a azotar por ese atrevimiento sin imaginarse que como castigo divino la imagen se volvería negra. Así surgió el Cristo Negro.

Ahora participan juntos hacendados y jornaleros, pobres y ricos, campesinos y algunos venidos. Entre ellos, Julia Chaguay, una mujer de piel clara de 63 años que luego de tocar la imagen lloró de emoción. Agradecía, ya que en una operación recuperó la vista, algo que había pedido al Señor de los Milagros.

Y todos se unieron en la procesión por una calle recién adoquinada de Naupe hasta una plazoleta, a un costado de la iglesia local, donde se ofició una misa campal en la que el sacerdote y los fieles oraron por la salud y producción del campo.

Julio Carchi, uno de los promotores comunitarios, manifestó que la asistencia superó las dos mil personas, algo que no se había dado antes. (I)

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