Unos chicos corren a pie descalzo de un lado para el otro por un patio de tierra seca. El sol veraniego de agosto quema todo lo que toca, pero ellos, hombres y mujeres, caminan como si nada sucediera, llevando entre sus manos gruesos ponchos de lana o anacos (falda) de paño.

Todos limpian los pies antes de entrar en una pequeña vivienda localizada en la parroquia rural de Yaruquí, a 40 minutos al nororiente de Quito, en donde a diario practican con estas ropas bailes de pueblos indígenas como Salasaca, Saraguro, Kayambis, Otavalo.

A simple vista, el Centro Ecocultural Ñukanchik Yuyay (Nuestro Pensamiento, en lengua kichwa) parece ser un lugar más en los que se junta gente para danzar. Al hablar con Iván Guamán o Margarita Guayta, propietarios del centro y gestores culturales de la zona, se descubre que hay algo más ahí, para haber convertido lo que iba a ser su casa en un museo y punto para fortalecer la danza.

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Taita Iván, como le conocen a Guamán es un descendiente de curanderos otavaleños que sabe de los beneficios de las plantas, del poder del agua, de las montañas. Guayta, en cambio, se reconoce como una indígena yaruquí que heredó la vena musical y dancística de su padre, don Gregorio, y las artes del bordado y el tejido de doña Juana Flores, su madre.

“El andar a pie llucho (descalzo) tiene el objetivo de que la persona se conecte con la madre tierra. Acá nosotros no le enseñamos a la gente solo a bailar, ese es como el pretexto para enseñarle a chicos y grandes que tienen un pasado que deben buscar, al que deben regresar a ver, valorar y apreciar”, explica Guayta.

Entre ritmos de sanjuanito y yaravíes, los cerca de 40 integrantes del centro aprenden también a comer en hojas, a preparar alimentos en la tulpa (fogón), a reparar sus dolencias del cuerpo en la Jambina Huasi (casa de curación), a compartir la comida que traen para la pamba mesa (mesa comunitaria), a dar valor a los espíritus de los cerros, así como lo hacían las culturas milenarias que ocuparon el Ecuador.

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Esa unidad con el entorno natural, con lo que comen y con su hermano que baila es quizá, dice Guamán, la explicación de por qué han ganado en los últimos ocho años más de 120 premios dancísticos. Ñukanchik Yuyay en casi quince años de existencia mantiene armadas 20 danzas que cuentan en 15 minutos historias y tradiciones y más de 30 bailes de tres o cuatro minutos cada uno.

El Randy Randy o dar y recibir, en kichwa, es para Guamán la forma de vivir en este centro. (I)

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Más detalles
Centro ecocultural

Objetivo
Los Guamán Guayta están seguros que su misión es extender entre niños, jóvenes y adultos los conocimientos que poseen y así fortalecer la cultura y la identidad.

Autosustentación
En este centro hay huertos con plantas medicinales como la ruda para curar el espanto. También se cultivan vegetales y frutos.