Sentado en un banquillo cerca de la puerta de entrada al campo de exterminio de Auschwitz en Polonia, el papa Francisco rezó silenciosamente ayer por las 1,5 millones de personas, la mayoría judíos, que murieron en las cámaras de gas durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial.

El tercer pontífice que visita Auschwitz y el primero que no vivió la guerra en Europa, entró andando al campo, pasando por las puertas de hierro bajo el tristemente célebre cartel de “Arbeit Macht Frei” (“El trabajo los hará libres”, en alemán).

MConmovido ante la visión de las torres de vigilancia de madera, las cercas con alambres de púas y las barracas de los reclusos, se sentó para rezar en silencio por unos 15 minutos. Francisco dijo antes del viaje que decidió que no haría declaraciones, ya que el silencio era la mejor forma de rendir homenaje a los muertos.

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Más tarde, pasó algunos minutos saludando a 11 sobrevivientes de Auschwitz, a los que besó en ambas mejillas. Uno le entregó al papa una fotografía en la que aparecía rodeado por otros prisioneros en un catre y le pidió que la firmara.

Acompañado por ayudantes que portaban pequeñas linternas para alumbrar su camino, Francisco visitó la celda subterránea donde murió el monje franciscano Maximiliano Kolbe, después de ofrecer su vida para salvar a un polaco.

En el exterior de la celda, el papa escribió en castellano en el libro conmemorativo: “Señor, ten piedad de tu pueblo. Señor, perdón por tanta crueldad”.

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Fuerzas de ocupación alemanas levantaron el campo de Auschwitz-Birkenau durante la Segunda Guerra Mundial en Oswiecim, a 70 kilómetros de la segunda ciudad más grande de Polonia, Cracovia. Entre 1940 y 1945, Auschwitz se convirtió en un complejo de barracas militares, cámaras de gas. (I)