Crítica.

El Museo Julio Jaramillo, bajo la imaginativa conducción de Jenny Estrada, presentó un repaso a lo mejor de J.J., pero esta vez con carácter instrumental a cargo de Carlos Prado, en flauta; Luis Mejía, en el requinto; Digno Villamar, en guitarra; y Jorge Vega, en percusión variada.

Lenin Idrovo interpretó una canción de propia autoría llamada Kapawi.

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Nuestro juramento inició el programa con Carlos Prado adornando la melodía con registros medios y bajos en flauta y un fraseo muy dinámico de Mejía en el requinto. Fatalidad provocó aplausos para Mejía y Jorge Vega en el cajón.

La expresión corporal típica de Carlos Prado fue notoria para luego interpretar Sombras mucho más lento, en registro medios, sentencioso, y para un final rocambolesco tocando en turnos la flauta y el requinto, ambos grandes instrumentistas.

Cinco centavitos estuvo muy animado y ligero en registros altos, destacando la agilidad en la digitación del requinto y Carlos Prado recorriendo la melodía con un fraseo virtuoso. Alma mía, vals peruano, encendió el ánimo del público haciendo palmas para esta nostálgica melodía.

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Jenny Estrada le dijo a Carlos Prado “Has vestido de frac a la música nacional” y en verdad, cambió el llanto y lamento tradicional por una elegancia musical indiscutible y atractiva.

El requinto hizo sonar a Flor sin retoño, bellísima melodía mexicana como música nacional. Carlos Prado, con fraseo preciosista, le dio un final rocambolesco a Cuando yo era militar, vals peruano siempre compartiendo el espacio con Mejía.

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Flores negras hizo contraste transmitiendo la tristeza del pasillo con un requinto suave y una flauta conmovedora.

La espectacularidad del requinto volvió al tocar Sabor a mí con gran ritmo, Carlos Prado simulando una sordina y mucha improvisación sobre la melodía para una rendición atípica de este bolero clásico que levantó al público de sus asientos en una euforia incontenible.

Kapawi, canción original de Lenin Idrovo, fue interpretada por una flauta barroca de Carlos Prado y una guitarra charrasqueada vigorosamente por el autor para plasmar una hermosa canción.

El alma en los labios, pasillo clásico, fue dominado completamente por la flauta y Romance de mi destino estuvo más animado. Licor bendito, un bolero corta-venas fue nuevamente un Tour de Force a manos de Luis Mejía sacando chispas al requinto sin el clásico sonido chillón.

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El aguacate que dice “Mujer no seas tan inconstante” (un reproche original) y Ódiame que dice “Tan solo se odia lo querido” precedieron a Las Merceditas, samba Argentina, tocada como vals que provocó lo mejor de Prado y Mejía enloqueciendo al público en gran final. (O)