En ciudades como Londres se refleja en uno de sus más icónicos sistemas: la red de transporte público ferroviaria eléctrica (el metro), que aunque es la más antigua del mundo con 153 años de operación, se perfila como un ejemplo de movilidad urbana sostenible.

La economía y el medioambiente de la ciudad estaba viéndose afectados por el caos circulatorio, de modo que cuando el primer alcalde de la capital británica, Ken Livingstone (2000-2008), asumió sus funciones, priorizó la solución de este problema.

Lo hizo implementando una tasa por congestión para animar a los ciudadanos a utilizar alternativas al vehículo particular, algo que no solo incidió en reducir el tráfico, sino que benefició la economía local (a los negocios) al aumentar la rapidez de los desplazamientos a pie y en bicicleta.

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Esta es solo una de las dinámicas de la cotidianidad londinense que ilustran que el desarrollo puede basarse en la conjugación de la sociedad, la economía y el medio ambiente, considerados los tres pilares de la sostenibilidad.

No se trata de un concepto nuevo. De hecho, el desarrollo sostenible transversaliza la agenda global con la cual los estados miembros de las Naciones Unidas esperan, en los próximos quince años, poner fin a la pobreza en todas sus formas, reducir la desigualdad y luchar contra el cambio climático.

Estos objetivos universales han propiciado una nueva interpretación del concepto sobre todo desde lo privado, un sector que a fines del siglo XIX adoptó a la responsabilidad social como un componente de su política empresarial, aunque con un carácter más filantrópico, dice Wendy Chapple, profesora asociada en la Universidad de Nottingham (Reino Unido) y directora del Centro Internacional para la Responsabilidad Social Corporativa.

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A esto, Stephanie Poppendoerfer, consultora en Business in the Community (BITC), un organismo británico que capacita a empresas en la construcción de un futuro sostenible, suma que hasta hace un tiempo, para cumplir con esa responsabilidad social las compañías se limitaban, por ejemplo, a entregar dinero a alguna organización comunitaria.

Ahora, destaca, las empresas se están enfocando en las necesidades y preocupaciones reales de esa comunidad, así como en crear alianzas para que los proyectos que acuerden beneficien a ambas partes. Como ejemplo, Andrés Bolek, director de Asuntos Corporativos de Cervecería Nacional, recuerda que la planta que tienen en Cumbayá generaba un impacto visual negativo para las comunidades aledañas, por lo que juntos definieron crear un jardín vertical que mejoró el panorama de los vecinos.

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Otro de los cambios que se han dado desde las empresas apuntando a una gestión más sostenible, indica Poppendoerfer, está ligado a la medición de su éxito y desempeño. “Están empezando a medir lo que realmente pasa... es importante estar seguro de que realmente tuviste el impacto y creaste el cambio que querías crear... asegurarse de que la inversión tuvo el impacto correcto”, sostiene.

Se trata de un sector que incide directamente en el tipo de desarrollo que las Naciones Unidas ve como aquel “que satisface las necesidades de la generación presente, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades”.

Alessandro Lanteri, profesor asociado de Emprendimiento de la Escuela de Negocios Hult, en Londres, destaca que la noción de sostenibilidad está cada vez más presente en la administración de negocios. “No es suficiente manejar los ingresos, aminorar los costos y tener ganancias... también tenemos que asegurarnos de que las organizaciones sean sostenibles en lo social y ambiental”, dice.

Sobre este punto, Elena Espinoza, directora de Asesoría y Estrategia de BITC, advierte de que esa noción de sostenibilidad debe ser consecuente con la actividad de la empresa. “Nosotros trabajamos con bancos y ellos nos dicen que están trabajando en reducción de uso de papel, ¿es de verdad la reducción de uso de papel donde un banco puede tener mayor impacto?”, reflexiona, y refiere que en esta línea, por ejemplo, mejor sería impartir educación financiera a los clientes.

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Sea cual sea la visión de sostenibilidad de las empresas, Chapple indica que inevitablemente “diez fuerzas” moldearán a los negocios: el cambio climático, la volatidad de la energía y del precio de los combustibles, la escasez de recursos, la escasez del agua, el incremento de la población, el aumento de la riqueza y la demanda de los materiales, la urbanización, la seguridad alimentaria y el deterioro de los ecosistemas.

“Las compañías que están implementando estrategias para una economía sostenible serán las que permanezcan en el futuro”, advierte Indira Kartiallozi, de la Universidad de Cambridge. Para explicarlo, repara en el trabajo de la empresa ecuatoriana de chocolates Pacari, que incluirá en su documental Circular Economy por sus prácticas de responsabilidad social y sostenibilidad. Entre estas destaca la creación de un filtro purificador para que habitantes de zonas rurales puedan beber el agua del río. “Hacer el agua más segura, es una invención muy simple pero que resuelve un gran problema en la sociedad. Este es el tipo de negocios que queremos ver y ayudar a desarrollar”, dice.(I)