El chileno Roberto Ampuero es escritor y conferencista. En su haber literario constan 16 títulos, algunos de ellos son Detrás del muro, Nuestros años verde olivo y el más reciente Diálogo converso. Hace unos días visitó Guayaquil y recibió las llaves de la ciudad. El autor, que también es conocido por su saga de novelas policiacas protagonizadas por el detective privado Cayetano Brulé, habló con este Diario sobre varios temas, uno de ellos fue su experiencia con el comunismo.

P.¿Su literatura aborda diversos enfoques?
R.
Yo en realidad tengo tres vertientes en mi obra literaria, una de ellas es la saga del detective chileno cubano Cayetano Brulé. La otra es esta vertiente de lo autobiográfico. También está esta vertiente que tiene que ver con la pareja moderna, con la pareja heterosexual moderna fundamentalmente latinoamericana que vive en Europa o en Estados Unidos, exiliada o por razones profesionales...

P. En Detrás del muro hay mucha carga autobiográfica ¿Por qué abordarla?
R. Hay cosas que a uno lo persiguen en la vida y en el caso de un escritor no se libera de ello sino que las escribe (...) y esta historia de mis años en Alemania Oriental de una u otra forma la hice para olvidarlo, pero no en el sentido de anularlos de mi memoria, sino que para dejarlos de lado, en cierta forma liberarme de ellos es escribiendo (...) Me fui dos veranos seguidos con mi señora a vivir a esa calle donde comienza Detrás del muro y eso me permitió establecer un vínculo entre el pasado que viví y el presente de hoy, en el mundo comunista que viví y el comunismo ya desaparecido.

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P. ¿Fue comunista?
R.
Yo abrazo la causa comunista (1970) motivado por la seducción ideológico cultural que ejerció la idea comunista sobre mi persona y por rebeldía también (...) me abracé a esta causa comunista pensando que era una solución prácticamente express para todos lo problemas de Chile, creí en eso y ahí es cuando comienzo y soy comunista.

P. ¿Se desafilió?
R. Años después, a finales de 1977, 1978, yo renuncio en La Habana a la Juventud Comunista, después de haber estado viviendo en la Alemania Oriental y de haber vivido en Cuba. Renuncio porque digo ‘no quiero ni esta alternativa Pinochetista que existe hoy en mi país, ni tampoco quiero esta alternativa Castrista Jonequediana’ .

P. Imperaba el comunismo. ¿Qué significó hacerlo en ese entonces?
R.
 Rompí en el comunismo, estando en el comunismo y eso significa que uno no tenía acceso a ningún tipo de lectura crítica, no podía ver ningún libro político crítico, entonces mi reflexión fue pragmática, práctica de la vida, de rechazarlo. Y después cuando salgo ya de los países comunistas y empieza a irme a las bibliotecas y librerías, descubro que hay libros que hablan de experiencias similares a las mías, de intelectuales de novelistas, de cómo fue su vida en el comunismo y de cómo rompieron con el comunismo y eso me ayudó mucho.

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P. Cae el muro de Berlín, ¿Qué sucedió, que pensó?
R. Para mí fue sentir la alegría por mis amigos orientales que también vivían la alegría de por fin poder cruzar a occidente. Y también un poco de satisfacción personal muy modesta de decir: ‘Chuta cuando yo tenía 20 años, 23 años, renuncié a esto y hoy esta masa en la calle protestando y derribando el régimen son la prueba más clara de aquello que yo sentí, que era un régimen profundamente impopular, que la gente no lo quería, que era profundamente infeliz ahí’. Lo digo siento un orgullo, está mal que lo diga, pero siento un orgullo por aquel joven entonces que dentro de su ignorancia, dentro de su idealismo, dentro de sus dudas tomó la decisión de romper con una filosofía con una visión de mundo comunista que casi quince años después cae rechazado por su propio pueblo.

P. ¿Convino el comunismo en ese tiempo, conviene hoy?
R.
Cuando uno rompe con una ideología no es que uno empiece a pensar solamente de ese momento hacia adelante y llega hasta el presente. De pronto uno se sienta y piensa ¿Qué responsabilidad tuve yo en ese momento? ¿Cuánto yo encendí o aporté a la hoguera entonces? ¿Y cuánto mal hice por tolerar y apoyar régimenes como esos sabiendo que había tanta gente como víctima? Entonces pienso que no, que no hay nada que justifique dictadura, ni una dictadura de izquierda ni de derecha.

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Los que son adherentes a la dictadura de izquierda siempre encuentran razones para justificar su existencia, que el imperialismo, que la ultraderecha. La dictadura de derecha también hace lo mismo, siempre encuentran justificaciones. Toda dictadura encuentra su autojustificación, la necesitan para seguir en el poder.

Yo creo que no hay nada que pueda justificar el instaurar una dictadura en un país porque implica violación de los derechos humanos, implica desconocer la libertad de los demás, implica que alguien toma todas las decisiones, implica que alguien está tocado por la gracias divina practicamente porque conoce todas las formas de solucionar los problemas de un país.

P. Usted habla del comunista converso ¿qué significa?
R.
En el último libro que hice con Mauricio Roja que es Diálogo converso -usábamos converso en el sentido un poquito provocador-, porque un converso y no lo usamos en política, sino en general estamos hablando del siglo 16 fundamentalmente en el término religioso, también pudiéramos irnos hasta San Pablo si quiere, pero el converso religioso rompe con la fe y abraza otra fe, lo transforma a crítica, la fe te acepta todo. Ahora lo mío, lo personal no es una conversión en el sentido que dejo una fe por abrazar otra, yo dejo una fe, el comunismo es una religión atea, dejo esa fe pero no para abrazar otra sino para abrazar la duda permanente. Yo creo que eso es lo que hace un liberal, yo me considero un liberal, el liberal integral que no solamente dice la economía tiene que ser liberal, pero en el resto de las cosas no importa que haya dictadura, no, también en lo valórico, en lo político social, en la tolerancia, en el respeto a los demás, a las minorías.

La novela se liga mucho con la política, pero no puede ser un panfleto de un partido político, no puede ponerse al servicio de un partido político, porque eso es la muerte del arte en general”.

P. ¿Cómo ve el panorama de la cultura en la región?
R. Para mi Latinoamérica es un continente que tiene mucha materia prima y también genera mucha cultura, esas son nuestras fortalezas. Una de las grandes fortalezas de América Latina es su fuerza cultural y está allí, ahora yo creo que la gran discusión para mí es si promovemos la cultura, si queremos crear mejores condiciones para el desarrollo de la cultura y el disfrute de la cultura por parte de la población es necesario o es correcto o es conveniente para un país que solamente el Estado se ocupe de eso? ¿Qué sea una tarea solo del Estado? Yo pienso que no, yo pienso que no es bueno para un creador, para un artista, para un poeta, para un novelista, para un dramaturgo o un artista plástico que para conseguir fondos solamente tenga que depender de un Estado. ¿Y qué es el Estado? No los idealicemos, son funcionarios, funcionarios políticos, con una agenda política, gente común y corriente, como cualquiera de nosotros, pero que está dentro de una oficina que como está dentro del Estado puede tomar decisiones con respecto a los fondos de una nación.

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Yo creo que es profundamente riesgoso para un creador depender de los bonos, de las subvenciones y de las becas que otorga el poder político. Entonces cómo se libera de esto, porque obviamente hay actividades en las que uno necesita cierto respaldo económico, imaginemos el cine.

P. ¿Cómo fue ser Ministro de Cultura de Chile?
R. 
En Chile hicimos una ley de donaciones culturales. Estimular el sector privado para entregar recursos a la creación artística eso es muy importante para los artistas. Bajo el gobierno del presidente Piñera alrededor del 30% de los recursos que se destinaban a la cultura eran del sector privado. Entonces eso yo creo que hay que seguir desarrollándolo en todo país latinoamericano porque la única libertad la tiene el creador, el novelista que necesita fondos si es que tiene muchos aportantes a la cultura. Que uno pueda decir 'necesito recursos para hacer una película pero este gobierno me odia, me va a rechazar, pero hay otros, fundaciones, instituciones, empresas, gente común y corriente que puede apoyar y hay una ley que maneja esos recursos y eso es importante, o sea ampliar mucho la ventanilla, en diversificar la ventanilla de quienes contribuyen al fomento de la cultura no solamente del Estado. No es una tarea del Estado solamente.

P. ¿Puede haber cultura desligada de la política, no del Estado, sino de la política?
R. Hay géneros que se pueden desligar de la política, por ejemplo la pintura astracta, o la música; hay artes que pueden hacerlo y otras que están muy ligadas a la política; yo creo que la novela o también el teatro. La novela tiene dos grandes ejes, un eje de las pasiones humanas, el amor, los celos; y otro eje es el del poder en el sentido más diverso, pero también está el poder político. Entonces creo que lo que no puede haber es que uno ponga su obra en función de una causa político partidaria, pero si ocurre, que los artistas con plena legitimidad pueden poner su obra en una dirección que apunte a una visión de determinadas características políticas de sentido amplio de libertad (...) La novela se liga mucho con la política, pero no puede ser un panfleto de un partido político, no puede ponerse al servicio de un partido político, porque eso es la muerte del arte en general. (O)