La fábrica de panela artesanal se ha constituido en patrimonio natural y en tradición para las familias del cantón Atahualpa en la provincia de El Oro. Desde 1920 aparecieron empresas paneleras, aprovechando la producción de caña de azúcar, de las que aún subsisten varias.

Unos 50 grupos familiares se dedican a esta actividad, que al mismo tiempo, dicen, representa una actividad económica sostenible. Cuentan que muchas personas optaron por dedicarse a la minería y los adultos tuvieron que ponerse al frente de las microempresas.

“La profesión la aprendí hace unos 40 años. Empecé con mis padres que sembraban la caña, y luego la fábrica de la panela”, menciona Franklin Loayza, morador del sitio Recogimiento de la parroquia Milagro del cantón Atahualpa.

Publicidad

Solo en el sitio Recogimiento de este cantón orense se estima que unas 15 familias se dedican a la fábrica de la panela artesanal utilizando herramientas para la agricultura, hornos de leña y moldes de madera, elaborados por artesanos del sector.

Los cañicultores empiezan su jornada muy temprano con el arreglo de las herramientas que usan en el campo, mientras que las mujeres preparan el horno de leña tipo artesanal para que se mantenga listo.

Cuando se trasladan al campo comienza la tarea ancestral. “Tumbamos la caña con un barretón (herramienta de acero con madera), se raspa con un machete y en mulas (acémilas) se traslada hasta la ramada. Luego se extrae el jugo y se hace hervir hasta que se hace una masa sólida”. explica Loayza.

Publicidad

La panela artesanal es producto del jugo de la caña de azúcar que, a base de varias ebulliciones, pierde humedad y se concentra para formar una melaza o masa blanda y espesa que al enfriarse y secarse se solidifica dando forma en bloques.

Durante este proceso de manufacturación, los productores de panela emplean instrumentos de cobre en lugar del acero templado usado en el azúcar tradicional, evitando así los restos de níquel que puedan quedar como consecuencia del calor usado, cuentan.

Publicidad

Los agricultores que combinan sus actividades del agro con las microempresas reciben apoyo de toda la familia. Dicen que cada uno cumple una función específica antes, durante y después del proceso para obtener la panela.

Loayza comenta que aprendió el oficio de sus ancestros y que con el tiempo ha mejorado varias técnicas para ahorrar tiempo. “Las herramientas que usamos ha sido herencia de mis padres y otras que han sido adaptadas”, explica.

Afirman que los comerciantes pagan $ 25 por cada quintal de panela. “Para que sea rentable debemos venderlo a $ 35 cada quintal. En el mercado se comercializa a $ 0,50”, agrega Saúl Cabrera, cañicultor. (F)