Por Sergio Pérez

“Sin duda Mirella Minervini, la mejor y más versátil cantante lírica del país, ofreció un programa de música francesa anunciado como Francia Mía en la Bonboniére de Plaza Lagos.

Luego de cursar dos años en la Alianza Francesa de Guayaquil viajó a Francia para estudiar en el Conservatorio Europeo de Música de París, graduándose como pianista.

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Arrancó con La Boheme, exhibiendo buena pronunciación para este clásico de Charles Aznavour con timbre y vibración perfecta, finalizando en registro muy alto.

Vous qui passez sans me voir (Tú que pasas sin verme), más lenta, contemplativa y dramática mostró sonido de violín en las pistas manejadas por Tito Haenzel y Que reste – it-il de Nous Amours (Qué queda de nuestro amor) a continuación adoptó un tono juguetón, animado y exhibió grandes pistas de “Big Band” con vientos y teclados para esta hermosa canción, lo mejor hasta el momento.

En la icónica Cest si Bon y nuevamente pistas de “Big Band”, Mirella cantó a dúo con una voz grabada a gran efecto y un swing jazz escurridizo, muy llamativo.

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Ne me quitte pas (No me dejes) fue una súplica llorona al estilo de un pasillo y Les fevilles Mortes, quizá la más famosa e internacional de todas las tonadas francesas, provocó un timbre preciosista en la voz de Mirella y luego Sour le ciel de Paris (Bajo el cielo de París) fue un folclore parisino comparable a Nuestro juramento en Guayaquil.

A mitad de programa entonó Un Homme et un Femme, banda sonora para una película mítica de la Nouvelle Vague francesa y su tendencia cinematográfica de influencia mundial con el estribillo más reconocible de la época.

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Las famosas piruetas vocales de Mirella expresaron el optimismo de Lámour existe encore (El amor existe aún) y en Je L’aime a Mourir (Yo la amo a muerte) los comensales miraban a la diva extrañados como si fuera de otro planeta.

Los tonos preciosistas de Mirella entonaron La Derniere Valse (El último vals) y el tremendismo vocal dramático retumbó en el ambiente con Rien de rien (Nada de nada) presagiando un gran final.

La cancioneta Nathalie, juguetona y brincona de Gilbert Becaud, romántica al comienzo y luego más rápida a ritmo de polca, precedió un final realmente glorioso con La Vie en Rose, la más famosa canción, histórica de Edith Piaf, cantada a conciencia por Mirella, una artista comparable a estas históricas figuras. (O)

La cancioneta Nathalie, juguetona y brincona de Gilbert Becaud, romántica al comienzo y luego más rápida a ritmo de polca, precedió un final realmente glorioso con La Vie en Rose, la más famosa canción, histórica de Edith Piaf, cantada a conciencia por Mirella”.