Las “bulas”, o documentos oficiales, con las que los papas anunciaban el número de jubileos ordinarios, desde la primera, en 1300, hasta la última, en 2000, salieron ayer de los archivos del Vaticano para ser expuestas en Roma hasta fines de julio próximo.

El nombre de este documento oficial emitido por el papa proviene del latín bulla, que designa al sello de plomo que las autentifica.

Desde la que anunciara el primer Jubileo en 1300, iniciado por Bonifacio VIII, hasta la que firmó Juan Pablo II en 2000, todos estos preciosos manuscritos, algunos todavía decorados con los cuños pontificales, están celosamente conservados en los archivos secretos del Vaticano.

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Solo son accesibles a través de una solicitud debidamente argumentada, “y únicamente por razones de investigación histórica”, precisa el prefecto de los archivos, monseñor Sergio Pagano.

El Vaticano solo ha accedido a que salgan de su recinto para ser expuestos en un palacio del siglo XV de su propiedad, cerca del Panteón, en el centro histórico de la ciudad eterna.

El papa Bonifacio VIII (1294-1303) decretó, siguiendo el modelo de los Jubileos hebraicos, el primer “Año Santo” en 1300, otorgando a sus sucesores la misión de celebrar uno cada 100 años. Este primer Jubileo tuvo un gran éxito: el papa había prometido indulgencia plenaria a los peregrinos que acudieran a Roma.

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Para darles más regularidad, los papas siguientes decidieron organizar dos por siglo, luego tres y finalmente, cuatro, que es el ritmo actual de los Jubileos “ordinarios”, que tienen lugar cada 25 años.

A estos se añadieron algunos jubileos “extraordinarios”, como el que decretó el papa Francisco para este año.

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Esta tradición queda manifiesta a través de los documentos expuestos en Roma hasta el 31 de julio.

“Doce de esos documentos son bulas, seis, grabados antiguos, incluyendo un precioso incunable, y el resto son copias de manuscritos”, precisa monseñor Libero Andreatta, vicepresidente de la Oficina del Vaticano para los Peregrinajes.

El mayor interés de las bulas reside en las primeras líneas del texto, que “describen la situación política y espiritual del mundo católico en la época de su redacción”, explica.

En aquellos siglos más remotos, los problemas no eran muy diferentes a los de hoy en día: seguridad, epidemias, transportes, etc.

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Las bulas también sirven para juzgar el estado de la fe de los fieles, precisa monseñor Pagano, que trabaja en los archivos secretos desde hace 37 años y que ha estudiado las bulas en profundidad. (I)