Dos semanas después de bautizar a su hija de tres meses en una iglesia católica, los padres la volvieron a vestir de blanco para un segundo sacramento, esta vez bajo el amparo de la esquelética Santa Muerte.

La bebé duerme mientras la ministra del templo rocía agua bendita, una infusión de pétalos de rosa, frente a 300 personas reunidas al pie de una estatua de 22 metros de una Santa Muerte en un predio de las orillas de la Ciudad de México.

Cuando el papa Francisco llegue mañana a México para una visita de cinco días, encontrará un país con una creciente devoción a la Santa Muerte, pese al rechazo de la Iglesia católica. Los domingos, una multitud visita el templo al aire libre de Enriqueta Vargas, para orar frente a la estatua negra de fibra de vidrio, erigida en 2007. Sus adoradores le llevan tequila, dulces y flores a las seis capillas que tiene la figura, donde rezan por amor, dinero y salud.

Publicidad

“Yo le prometí que si me daba a mi hija con buena salud, iba a estar aquí en frente de ella bautizándola”, comentó Daniel Anguiano. de 22 años, padre de la pequeña.

La Santa Muerte es famosa por ser adorada por narcotraficantes, aunque en realidad es venerada por todo tipo de personas, desde obreros, policías, doctores y hasta maestros.

“Cada vez que vienen a entrevistarnos, (los periodistas) están buscando delincuentes pero no los encuentran”, reclama la “madrina” Vargas antes de dirigir la ceremonia masiva, en la que los devotos se sientan, arrodillan e invocan a la Santa Muerte mientras rezan el “padrenuestro”.

Publicidad

Considerar una imagen de la muerte como una santa “es un absurdo”, dijo el cardenal Norberto Rivera, arzobispo primado de México. “Todo cristiano, se supone, está a favor de la vida y no de la muerte”, dijo.

Muchos seguidores de la ‘calaca’, como Daniel y Lucero, de 18 años, también son católicos, pese a que el Vaticano califica esa creencia como blasfemia.

Publicidad

Francisco, de 79 años, visita el segundo país más católico del mundo después de Brasil, en momentos difíciles en que la violencia ha dejado cerca de 26.000 desaparecidos y 80.000 muertos desde 2006, según cifras de organizaciones humanitarias. (I)