"Por siempre se me ve tomando en esta barra, tratando de olvidarla, por mucho que la amé". La voz grave y potente eterniza esa letra profunda y sentida, erizando la piel y cautivando como si fuera la primera vez que se escucha Desgracia (1953). 

Esa voz, centenaria voz, es la de Daniel Doroteo Santos Betancourt. El 6 de febrero de 1916 nació en Santurce, barrio de San Juan (Puerto Rico), en el matrimonio de Rosendo de los Santos y María Betancourt. Tenía tres hermanas, Sara, Rosalilia y Lucy. La familia vivía en Tras Talleres, zona conocida así por su cercanía con los talleres del ferrocarril.

Cuando tenía once años de edad, su familia se fue a Nueva York (Estados Unidos), donde en 1930 ya trabajaba de betunero, vendedor, destapaba alcantarillas, en fin. Pero ese mismo año el mundo artístico le abriría las puertas a este adolescente que había nacido con talento musical.

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"Debutó el sábado 14 de septiembre de 1930 con El trío Lírico, cantando el tema Te quiero dijiste, de María Grever", destaca Latina Stereo de Medellín.

En 1939 se unió al Cuarteto Flores y en 1948 a la Sonora Matancera, con la que marcaría una época. Se vende una casita, Bigote gato, Sabrocito, Mi Varadero, Licor maldito, Jesús María, y El tíbiri tábara, son algunos de los temas que graba con ese conjunto cubano.

Portadas de discos grabados por Daniel Santos (Archivo)

Desde la década de los 30 su voz había traspasado fronteras y Guayaquil era uno de los lugares donde se lo escuchaba. "La ciudad estaba llena de sus sonidos. Se lo oía en radio Cristal con el Cuarteto Flores. Pero su más grande época fue cuando entró a la Sonora", recuerda el historiador Ricardo Vasconcellos Rosado.

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Y las canciones de Daniel Santos no solo que marcaban el ritmo en las pistas de baile o animaban las tertulias. Representaban la vida de los guayaquileños. Así lo afirma Vasconcellos cuando cuenta a EL UNIVERSO que Despedida se volvió el tema emblema que los padres dedicaban en radio Cóndor a sus hijos cuando se acuartelaban. "Vengo a decirle adiós a los muchachos porque pronto me voy para la guerra y aunque vaya a pelear en otras tierras, voy a salvar mi patria y mi fe".

Anuncio publicado en EL UNIVERSO el 8 de septiembre de 1956

Vasconcellos cuenta que las canciones de Daniel Santos se bailaban en todos los barrios y fiestas de Guayaquil. "Ya era sumamente famoso cuando llegó", dice en relación a su primera visita, ocurrida en 1956. En su portada del 7 de septiembre de ese año, EL UNIVERSO publicaba el anuncio: "(Teatro) Apolo HOY Suceso. El debut esperado por todos. Daniel Santos, el Inquieto Anacobero, acompañado por la orquesta Costa Rica Swing Boys".

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Daniel Santos canta El tíbiri tábara en la película El ángel caído (1949)

No solo que el concierto era esperado por todos sino que fue inolvidable para todos, incluido Daniel Santos. El Jefe fue protagonista de un hecho violento, luego de que solo interpretó El corneta y se retiró. El público reclamó su presencia pero él no volvió a salir. Entonces se desató el caos.

Así lo relató EL UNIVERSO, en su edición del 9 de septiembre de 1956: "Anoche (se refiere a la noche del 7 de septiembre) a las 10:40 en el interior del teatro Apolo se produjo un fenomenal escándalo cuando el cantante Daniel Santos, en forma descortés, se retiró del proscenio, después de cantar una sola canción, originando una violenta reacción del público que había repagado el valor de las entradas, atraído por la propaganda sobre dicho artista. Como consecuencia de la violencia del público, el teatro Apolo sufrió enormes daños en sus pantallas, graderías, butacas, parlantes, etc., que se calcula en 100.000 (sucres). El cantante fue conducido al cuartel de la policía (Cuartel Modelo), a órdenes del comisario de espectáculos, señor Kléber Suárez Maldonado, para que responda por su actitud".

Fragmento de la publicación de EL UNIVERSO del 9 de septiembre de 1956

Ese acontecimiento causó revuelo. Daniel Santos argumentó que había sufrido una "leve afección a la garganta". El público respondió eufórico lanzando papeles y trapos encendidos al escenario y luego rompió el muro de la galería y lanzaron los pedazos de cemento. El cantante terminó en la cárcel.

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La directiva del Apolo, que estaba en 6 de Marzo, entre Aguirre y 10 de Agosto, publicó en la portada de EL UNIVERSO del 9 de septiembre un aviso en el que pedía disculpas al público y aseguraba que Daniel Santos "rehusó seguir cantando y ni siquiera quiso pedir disculpas al público". La empresa dijo que lo ocurrido fue un "bochornoso incidente".

Pero el hecho terminó convertido en canción. "Cataplum, llegué yo al Ecuador; cataplum, arriba va el telón; cataplum, empieza la función; cataplum, termina la canción. Volaron ladrillos, volaron botellas, volaron maderos, sonaron centellas. Y yo sin probarla, comerla o beberla, al Cuartel Modelo la patrulla me llevó. Cataplum, adentro anacobero. A mi comisario no le gusta el bolero". Es el tema Cataplum pa'dentro anacobero, escrito por El Jefe. Tras las rejas también compuso Cautiverio, que salió a la venta en disco de 45 revoluciones por minuto el 24 de septiembre de ese año.

El 10 de septiembre de 1956, luego de cuatro días en la cárcel, fue puesto en libertad tras pagar 30 sucres de multa. Al día siguiente, EL UNIVERSO contó que Daniel Santos fue a la clínica Guayaquil "para atenderse de una afección a la garganta" y dio una entrevista a este medio.

Entrevista de EL UNIVERSO a Daniel Santos, publicada el 11 de septiembre de 1956

"En la noche que entré a la prisión parecía que los que se encontraban detenidos en las celdas del Cuartel se encontraban listos a recibirme, ya que desde el primer momento los compañeros de la celda de enfrente se agolparon a las rejas y en coro cantaban el bolero muy conocido por el público, Preso, que me lo dedicaban con mucho cariño, pero al mismo tiempo se reconfortaban con él", contó Daniel Santos, quien luego se presentó en Quevedo (Los Ríos) y otras ciudades del país.

Con actos que me harán recordar eternamente mi permanencia aquí y con mucha gracia e ingenio, uno de los muchachos (detenidos), tomando un palo de escoba y poniendo un pañuelo en la parte superior semejando un micrófono, anunciaba que se presentaría para cantar al público el popular cantor Daniel Santos y simulando perfectamente que no se presentaba el cantor, manifestaban: 'Cuidado. Piedras, ladrillos, cáscaras, terremotos, se viene el mundo encima. A salvarse todos'".

Guayaquil lo enamoró. Tres años después volvió y como solista se presentó en radios y cines. Estuvo hasta 1962 y en ese lapso estableció en una ribera del estero Salado, junto al puente Cinco de Junio, un restaurante con forma de barco que la gente denominó El Barquito de Daniel Santos. Ahí ofrecía shows, contaba sus anécdotas y cantaba, recuerda Vasconcellos, quien acudió a sus presentaciones.

Durante su paso por la ciudad se hospedó en casa de su amigo Pablo Vela Rendón, en José Mascote entre 9 de Octubre y Víctor Manuel Rendón. Por las tardes, indica el historiador, afuera de la vivienda se jugaba fútbol callejero donde el Inquieto hizo muchas veces de árbitro. También participó en la inauguración del programa El balcón del pueblo, en radio Cristal.

Daniel Santos iba al estadio George Capwell, propiedad de Emelec, y se sentaba del lado de la calle General Gómez a ver los partidos. Pero en 1960, cuando Barcelona Sporting Club ganó el título ecuatoriano, le compuso la que se considera una de las canciones más célebres del club torero, Dale chicha: "La barra del Barcelona, el gran campeón nacional, saluda con su campana al cuadro más popular. Son hijos del Astillero, un barrio alegre y simpar, que cuando juega con garra, nadie le puede ganar".

"Grabó un disco junto a Julio Jaramillo, el cual se titula Daniel Santos y Julio Jaramillo. Cantina Abierta / En La Cantina, Perú 1968. En este disco cantaron a dúo los temas Obsesión, En La Cantina y Cantina Abierta", señala Latina Stereo.

Con el Ruiseñor de América le unió una amistad que los hizo incluso compadres.

'En la cantina', tema que grabaron Daniel Santos y Julio Jaramillo

Regresó a Guayaquil en 1985, cuando se presentó en el coliseo cubierto Voltaire Paladines Polo junto a Leo Marini, Carlos Argentino, Orlando Contreras y Alberto Beltrán. Ya de 69 años, casi no cantaba sino que hablaba las canciones, aunque su voz seguía siendo igual de potente y genuina, destaca Vasconcellos.

Volvió a Guayaquil en 1987 para cantar el domingo 27 de diciembre junto a exintegrantes de la Sonora Matancera en la tarima que se instaló por la inauguración del estadio Monumental de Barcelona. "La gente aplaudió su actuación largamente", reseñó EL UNIVERSO al día siguiente.

Latina Stereo comenta que al año siguiente, "tras sufrir problemas cardiovasculares, El Jefe quedó con secuelas que le impedían caminar y recordar con normalidad".

Así, la salud de este hombre bohemio que se casó siete veces y tuvo una docena de hijos (ninguno conocido en Ecuador) se fue debilitando, hasta que falleció el 27 de noviembre de 1992 en Ocala, Florida (Estados Unidos). Fue sepultado en el cementerio de su natal San Juan.

El talento de Daniel Santos conmovió a personajes como el premio Nóbel de Literatura 1982 Gabriel García Márquez y por eso, a los cien años de su natalicio, en países como Cuba, Colombia y Puerto Rico, se han organizado actos en su honor.

En Guayaquil, la ciudad que lo acogió y que lo insertó en su historia musical y social, son escasos los homenajes. "Daniel Santos es un inmortal de la música. Fue uno de los cumbres de la música popular latinoamericana. Las asociaciones culturales deberían hacer algo. Tal vez por desconocimiento (de la fecha) no ocurre", opina Vasconcellos.

Pero al parecer Daniel Santos no necesita de grandes homenajes para seguir cantándole desde la inmortalidad a esta ciudad que amó, así como lo hizo a una mujer en su Despedida: "Ya yo me despedí de mi adorada y le pedí por Dios que nunca llore. Que recuerde por siempre mis amores, que yo de ella nunca me olvidaré". (E)