Los expertos que la estudian pronostican que podría extinguirse en los próximos doce años, tal vez en menos tiempo, si no se actúa para revertir el daño que el hombre le ha causado talando indiscriminadamente los bosques nativos –que le impide poder anidar en los agujeros de árboles como el pijío– o capturándolo para su comercialización como mascota.

Se trata del Ara ambiguus guayaquilensis, subespecie del guacamayo verde mayor (Ara ambiguus), de la que en Guayaquil solo quedan seis individuos en estado natural, según el último registro (dos meses atrás) de la Fundación Pro-Bosque en las inmediaciones del Bosque Protector Cerro Blanco, parte de la cordillera Chongón-Colonche, ubicada en la Costa, en las provincias de Manabí y Santa Elena, con una extensión de 95 km en sentido este-oeste.

En Guayas, Pro-Bosque resguarda a cinco ejemplares que llevan algún tiempo en cautiverio a la espera de ser liberados. Y a esos cinco papagayos se acercaron seis de sus pares, algo que permitió confirmar cuántas de estas aves quedan en libertad en el cantón. “Esto no se había registrado antes, como son bastante ruidosos pensamos que en algún momento iban a atraer a otros individuos y finalmente pasó, pero se demoró bastante”, cuenta Eric Horstman, director ejecutivo de la organización.

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A salvar la subespecie Guayaquilensis

Que sobrevivan en los remanentes de bosque de la cordillera Chongón-Colonche es para expertos como Francisco Sornoza, director de Conservación de la Fundación Jocotoco, “casi un milagro”, por lo que considera que todavía se está a tiempo de salvar a la subespecie Guayaquilensis, la única que hoy en día habita en el bosque seco por ser la que está adaptada a este ecosistema. El resto del rango natural del ave, afirma, es el bosque húmedo. Por eso ve necesario que las acciones que se emprendan se adapten a las particularidades de cada subpoblación.

Todavía hay mucho camino por recorrer, como dice Sornoza, pero los primeros kilómetros del trayecto ya se han recorrido gracias a los programas de reproducción y cría en cautiverio que mantienen tanto Pro-Bosque como la Fundación Jambelí a través de su centro de rescate.

Este último espacio alberga a 51 individuos, casi todos los que viven en cautividad en el cantón Guayaquil. Pero aunque esas poblaciones se encuentren sanas y en buenas condiciones como para ser devueltas a la naturaleza, esto no ha sido posible por falta de recursos (se necesitan unos $ 50.000, según los expertos) para emprender el monitoreo con rastreadores satelitales que tendría que ejecutarse en el caso de que haya liberaciones; la construcción, en un sitio seguro, de un aviario adaptado para que las aves tengan dónde retornar en caso de necesitar alimentarse, y la colocación de nidos artificiales en los pijíos que quedan en el bosque seco. “Porque de abrir la puerta, como románticamente alguna gente piensa que se puede hacer la liberación de las especies, no funciona y no tenemos ninguna garantía de que va a funcionar”, sostiene Horstman.

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Proyecto municipal

Este punto y otros fueron discutidos en noviembre pasado en el taller ‘Priorización de acciones para la conservación de especies en estado crítico en el cantón’, que la Dirección de Ambiente del Municipio de Guayaquil organizó en el Bosque Protector Cerro Blanco con el objetivo de priorizar actividades de investigación que permitan conocer más sobre esta ave endémica de la Costa de Ecuador en peligro crítico de extinción, así como de otras igual de amenazadas como lo es el jaguar (Panthera onca).

Bolívar Coloma, director de Ambiente del Municipio, indica que la identificación de especies emblemáticas, la evaluación de su estado de conservación y su rescate “es uno de esos grandes proyectos” que van a desarrollar en el marco de las actividades por el Bicentenario (a conmemorarse en 2020).

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Respecto del Ara ambiguus guayaquilensis, Coloma destaca que en el taller se identificaron las líneas de acción prioritarias, entre las que él resalta la creación de alianzas estratégicas entre las autoridades y las ONG que trabajan por la especie.

Montserrate Vélez, del departamento de Recursos Naturales y Desarrollo Sostenible, añade que este año determinarán a qué líneas de acción para la conservación del papagayo de Guayaquil destinarán recursos, aunque remarca que el problema no se resolverá solo con fondos del Cabildo y habrá que buscar otras fuentes de financiación.

A criterio de Horstman, lo primero que debe hacerse es un censo que no se delimite a Chongón-Colonche. “El papagayo de Guayaquil antiguamente, por ejemplo, estaba en el Parque Nacional Machalilla. Desde los años noventa no ha habido registros, pero esto no quita que tal vez anden por ahí; entonces hay que ver bien dónde estaba el rango nacional antes y comenzar a buscarlos en otros sitios”, apunta. Uno de esos lugares, dice, podría ser la provincia de Los Ríos, donde en los años ochenta el conservacionista Eduardo Aspiazu Estrada observó y grabó al ave en una hacienda. (I)