De Ipiales nos separa solamente un puente, el Rumichaca. Y en los últimos meses ha sido un destino favorito por miles de ecuatorianos en busca de ropa y electrodomésticos debido a sus precios bajos, hasta un 60% menos en relación a los que se venden en Ecuador. Pero Ipiales, un municipio del suroeste colombiano, donde se respira comercio en cada rincón del poblado, no es exclusivamente comercio.

Ipiales también es turismo

A tan solo 12 kilómetros más al norte de Tulcán, en Ipiales reposa una joya arquitectónica de Colombia, considerada además una de las siete maravillas de ese país. Un milagro de Dios sobre el abismo. Es el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Las Lajas.

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Ubicado en un peñasco cuyas bases se asientan sobre el río Guaitara, este santuario tiene varias razones para ser motivo de visita en estas fechas. En enero de 1916 empezó la cuarta construcción del imponente templo que es hoy. Sí, hace exactamente un siglo. La erección de todo el edificio duró 33 años.

Los maestros a cargo fueron dos, entre esos el ecuatoriano Gualberto Pérez, junto con el colombiano Lucindo Espinosa. Pero la huella ecuatoriana es permanente en los alrededores de este santuario.

Poco antes de lograr ver, finalmente, la majestuosidad de este templo, llama la atención un muro donde se observan miles de placas de agradecimientos por los milagros recibidos. Ahí, entre las cerca de 7.000 placas, ecuatorianos de todas partes dan fe de su devoción por la virgen de Las Lajas.

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Algunas placas que ecuatorianos instalaron en el muro. Fotos: Robert Salazar

Las placas llegan de todas partes del país: Quito, Guayaquil, Ibarra, Tulcán, Santo Domingo, Quevedo, Machala, Loja... La nacionalidad de los feligreses también es diversa. No solo son ecuatorianos y colombianos. También hay devotos originarios de Venezuela, Chile, Perú, entre otros de la región.

Hasta este rincón de Colombia llegan cada año, en promedio, 100 mil personas al año, según Luis Felipe Bravo, encargado del museo Justino Mejía y Mejía, situado en los pisos inferiores del santuario de Las Lajas.

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¿Pintada o aparecida?

Al situarse frente al altar, el turista o devoto -según el motivo que lo haya llevado hasta ahí- observará la imagen de la virgen plasmada en una de las rocas del peñasco. Entonces surge una inquietud: ¿Fue en ese lugar donde se apareció la virgen? Pero la respuesta no solo abordará el tema de la aparición.

Bravo narra la leyenda. En 1754, María Mueses de Quiñónez, indígena que transitaba por los peñascos con su pequeña hija Rosa, sordomuda de nacimiento, viajaba desde Potosí hacia Ipiales.

"En ese tiempo este sitio era solo un camino de herradura y ella iba a visitar a sus antiguos patrones. Comenzó a llover y en busca de refugio llegaron a la cueva que existía en esa época. Entran a descansar y en un momento la niña se le escapa de las manos. La pequeña empieza a escalar la roca. Ahí surge el primer milagro de la virgen. La niña le dijo: 'Mamita, mamita, la mestiza me llama'. ¡Habló la niña! La mamá fue a contar el acontecimiento apenas llegaba a Ipiales".

Cuando apareció la imagen de esta virgen en la misma piedra donde hoy está expuesta, no se borró más.

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Pareciera pintada, pero personal del santuario asegura que se trata de la misma imagen que apareció en 1754.

"La imagen no ha sido movida del sitio original. La virgen está impregnada en la piedra laja donde apareció. Por eso se le llama Nuestra Señora del Rosario de las Lajas. Aparte de eso, no tiene ningún retoque desde que la encontraron en el año 1754, (sigue) con esos colores vivos", expresa Bravo.

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Construcciones del templo

En el sitio donde hoy se ubica este templo, de estilo gótico romano y en el que se utilizaron 33 metros lineales de piedra volcánica tallada a mano, se construyeron anteriormente otros tres templos.

Después de la aparición, los creyentes empezaron a llegar. Entonces, el 15 de septiembre de 1754 se realizó la primera peregrinación a la cueva de Las Lajas desde Ipiales. Ese mismo año, Fray Gabriel Villafuerte promovió la primera construcción en el sitio de la primera iglesia pajiza, que en realidad era una choza de paja y barro.

En 1769, Fray Luis Herrero dio inicio al segundo templo, con capacidad para apenas 50 personas como máximo.

Luego, en 1852, empezó la contrucción del tercer templo, con tres galerías desde la orilla del río, ya con tres niveles por debajo del santuario. "Eso triplicó la cantidad de personas", dice Bravo.

La cuarta y última construcción empezó hace exactamente un siglo.

Septiembre, el mes de la virgen

Las fiestas de la virgen se cumplen entre el 1 y 16 de septiembre. Bravo destaca que el 15 son las vísperas y el 16 la fiesta mayor. "En esas fechas y en Semana Santa, la cantidad de visitantes es impresionante, tanto, que después de hacer largas filas solo pueden ver la imagen de la virgen máximo 5 minutos, tiempo para rezarle y pedirle favores", dice Bravo.

Son feligreses ansiosos de que la virgen de Las Lajas les cumpla un milagro. Feligreses como Lilia Quinayaz.

Es un jueves de enero. Esta caleña, de 76 años, baja con suma dificultad las gradas que llevan al museo y a la cripta. Pregunta si puede confesarse. Le responden que dentro de una hora, después de la misa de las 09:00 de ese día. Entonces espera sentada en un escalón.

Su rodilla está seriamente afectada. La tienen que operar. "Vine así desde Cali. Es mi penitencia. Yo sé que la virgen me va a sanar".

Hace tres décadas que no volvía a este santuario. La última vez lo visitó con su esposo, Simón Hoyos, fallecido hace 15 años.

Llegar hasta aquí le trajo recuerdos, le conllevó dolores. Pero también la llenó de orgullo: pese a su problema físico y avanzada edad, llegó. Ese coctel de sentimientos la hacen llorar.

"Lloro de alegría. Estoy cumpliéndole a la virgen. Ella me trajo. Hasta salir de mi finca y subirme o bajarme del carro me toca llorar por el dolor, por eso no salgo de mi casa. Estar aquí es un milagro. Hoy vine con mi nuera y mi nieta, me querían acompañar hasta acá pero les dije que yo bajaba sola, que yo podía. Ni siquiera he desayunado porque esta es mi penitencia", recita Quinayaz con firmeza, pese a sus ligeros sollozos.

"Yo no quiero que me operen. Pero por la fe infinita que tengo a la virgen sé que no me van a operar, ella me va a sanar".

Más allá de la fe

No todos los que llegan a este santuario están detrás de un milagro. La imponencia arquitectónica de este templo atrae también a turistas, y de todas partes del mundo. Gergò y Anasztazia, húngaros que hacen una ruta por Colombia, Ecuador y Perú, decidieron incluir a Las Lajas en su lista de destinos.

"Es impresionante. Cuando vimos fotos de este lugar dijimos 'vamos allá'. Ahora estar frente a la iglesia fue otra cosa, muy lindo, imponente", relata él.

Por supuesto, los ecuatorianos también son parte de la ruta. Jazmín Balcázar, de Guayaquil, aprovechó su paso a Colombia desde el puente Rumichaca para conocer este templo.

"Yo había visto fotos en la web y me sorprendió mucho la arquitectura, pero pensé que estaba muy lejos de Ecuador. Cuando llegué a Colombia, tenía planeado solo ir a Pasto a visitar a un amigo, pero en Ipiales, los señores de los buses me sugirieron ir a la iglesia porque estaba cerca. Me gustó todo del santuario, así como la pequeña cascada que hay ahí", cuenta Balcázar.

Las Lajas fue declarado en 1984 monumento y patrimonio cultural de Colombia; en el 2006 se le reconoció como un Bien de Interés Cultural y en el 2007, la segunda maravilla arquitectónica de su país, haciendo que Ipiales tenga una oferta que va más allá del comercio. (I)