Los países africanos y asiáticos dominan los primeros puestos dentro de las naciones más religiosas del mundo, señala un informe de la firma Statista.

Etiopía, Senegal, Indonesia, Uganda, Pakistán, Burkina Faso, Tanzania, Ghana, Nigeria y Filipinas lideran este escalafón. En esas naciones, los musulmanes, con un 48,09% de media, registran más adeptos, seguido muy de cerca por el cristianismo (y todas sus ramas) con un 44,2% de media.

Las nacionaes latinoamericanas que constan en este informe aparecen, en su gran mayoría, en la mitad inferior de la tabla. En Brasil, un 74% de la población afirmó que la religión es un aspecto importante en su vida; en Perú, un 67%; en Venezuela, un 42%; en México, un 37%; en Argentina, un 35%; y en Chile, un 27%.

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Pero, a diferencia de naciones africanas y asiáticas, en la región, el cristianismo es la religión que más predomina, por encima del 90%.

El portal de Hipertextual que recoge este informe señala que la religión es uno de los factores esenciales en la cultura de cualquier nación y su presencia es notable en el arte, en el comportamiento de la sociedad y en las costumbres de la zona.

Sin embargo, en los últimos años, “la religión ha decaído en una gran región del mundo, desequilibrando la dominancia casi global de la religión”, anota este portal web considerando los resultados del estudio de Statista.

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Pero también hay otro escenario detrás de estas cifras: los países más religiosos son, a su vez, los que menor riqueza por habitante reflejan.

Para llegar a esa premisa, el portal Hipertextual dice que se tomaron datos de los cinco más religiosos y los cinco menos religiosos y el PIB (per cápita), que equipara el valor de las monedas de los diferentes países y refleja el nivel de riqueza respecto a la cifra de habitantes.

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El resultado fue que los cinco países más religiosos reflejaron $ 2.440,2 por habitante, mientras que los cinco países menos religiosos elevaban esa cifra hasta los $ 34.516,8 de media por habitante, es decir, los menos religiosos reflejaron un nivel de riqueza por habitante unas 17 veces superior al de los países más religiosos. (I)