“Yo llevé a ver a mis hijos la primera película de Star Wars (1978), ahora ellos me traen a ver la última de la saga”, expresó sonriente el arquitecto Enrique Alín, de 65 años, fan del universo Star Wars. Comentó que esta afición lo ha unido más con sus hijos, Carlos y Enrique.

Casi a la medianoche del jueves anterior, él estaba sentado en el hall de Supercines del centro comercial El Dorado, ubicado en La Aurora, en Daule. Se mostró alegre, no era para menos, faltaba media hora para que se abrieran las puertas de las salas por el estreno de la séptima película de Star Wars: El despertar de la Fuerza.

Su mirada estaba sobre Chewbacca, o más bien, otro aficionado vestido con un traje casi idéntico al personaje de la cinta de ficción.

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“Yo nací en el 50, habré tenido unos 28 años cuando llevé a mis hijos a ver la película. Primero la vi yo y como me gustó, los llevé. La vimos en el Teatro Ponce (luego pasó a ser cine Metro), que ya no existe, que estaba en Boyacá y Vélez, en el centro (Guayaquil). En ese tiempo costaba la entrada 15 sucres”, recordó.

Los tres, más una de sus nueras que fue vestida como la princesa Leia, se tomaron una fotografía con Chewbacca.

Por un momento dejó el bastón, con el que ahora se ayuda para movilizarse, para empuñar una espada de luz, una de las réplicas que se comercializan en el vasto mercado de artículos relacionados con la saga intergaláctica.

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“Antes no había mucha televisión y la gente iba mucho a los cines. Antes, por el precio de una película se proyectaban dos. Antes de Star Wars se presentó una película. Se llamaba Odisea 2000, era como una predecesora de Star Wars”, contó.

El sexagenario ingresó feliz con sus hijos y su nuera a la sala que le correspondía. Las entradas las adquirió con semanas de anticipación.(E)

La primera película no me gustó mucho. Pero la cuarta, quinta y sexta son las mejores. Tal vez intentaron explicar la trama.Enrique Alín, fan de Star Wars