El papa Francisco volvió ayer a Roma luego de recorrer tres países africanos y, antes de su regreso, hizo una visita de gran valor simbólico a la mezquita de un barrio musulmán en Bangui, escenario de atrocidades en 2013 en el marco del conflicto con carácter religioso que vive República Centroafricana.

“Cristianos y musulmanes son hermanos y hermanas”, dijo Francisco en la capital de esa república, y recordó que “quienes claman que creen en Dios también deben ser hombres y mujeres de paz”.

La visita a la mezquita tuvo lugar bajo fuertes medidas de seguridad, garantizada por la fuerza de la ONU en el país (Minusca), en el barrio PK 5, una zona donde se refugiaron los musulmanes de Bangui huyendo de la violencia.

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El papa fue recibido por el imán Nehedi Tidjani en la mezquita, donde también había delegaciones católicas y protestantes, mientras cascos azules armados vigilaban.

Este barrio es con frecuencia objetivo de ataques de los milicianos cristianos y animistas, conocidos como antibalaka. Por eso hay instalados en la entrada de sus estrechas calles grupos de autodefensa armados, dispuestos a evitar cualquier intento de intrusión.

La Iglesia católica considera que el conflicto no tiene nada que ver con la religión, que solo sirve como pretexto para intereses particulares, y ese fue el mensaje del papa en su viaje.

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“Estamos muy orgullosos de recibirle, el papa no solo está aquí para los cristianos, es el servidor de Dios para todos los centroafricanos”, dijo el portavoz de los desplazados, Ibrahim Paulin. Frente a la mezquita, miles de personas recibieron entusiasmadas el cortejo del santo padre, que luego se dirigió hacia el estadio Barthélémy Boganda, con capacidad para unas 30.000 personas, para una misa multitudinaria.

Cerca del estadio una muchedumbre esperaba a Francisco y mucha gente se quedó fuera, pero pudo seguir la misa en una pantalla gigante.

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Poco antes de la llegada del pontífice, varios camiones con musulmanes que lucían camisetas de Francisco acudieron al barrio del estadio para asistir a la misa. Se trata de un hecho insólito, porque los musulmanes no suelen venir a esta zona por miedo a la violencia, pero esta vez fueron recibidos con aplausos de la muchedumbre que gritaba “¡Se acabó el odio!”. (I)