Todos los que de niños nos hicimos muchas preguntas que no pudimos responder, los que pasamos horas pensando de dónde venimos, a dónde vamos, para qué estamos aquí. Los que seguimos haciéndolo. Todos deberíamos ser fans de Woody Allen. O al menos ver sus películas.

Woody Allen cumple este martes 80 años y lleva a cuestas 45 películas como director. Unas muy buenas y otras que es mejor olvidar, pero quizás todas necesarias para un artista como los que quedan pocos, que pone las historias personales y la narrativa por encima del espectáculo.

Nació como Allan Stewart Königsberg en una familia judía neoyorquina de clase media. Su carácter cambió, según contó en un filme, cuando descubrió que algún día el mundo se extinguiría. Allí se convirtió en un 'niño viejo', en uno que amaba la magia, odiaba estudiar, y que años después, a los 17, empezaría a escribir chistes para periódicos y a hacer stand-up, aunque le avergonzara hablar en público y estuviera seguro de su mediocridad.

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Pero Woody aplicó lo de perseverar, lo de contar muchas historias -y lo bastante seguido- como para olvidarse de su abrumadora existencia, y no ha dejado de hacerlo desde que escribió un guion para el filme What's new, Pussy cat (1965) y luego de que “se lo destrozaran” decidió hacer sus propios filmes.

En 1969 estrenó Take the money and run, la historia de Virgil, un ladrón con pocas dotes para su profesión. Virgil nació, como Woody, el 1 de diciembre. Él y todos los personajes de Allen son Woody, neuróticos, ansiosos, pero con gran capacidad de adaptación.

Zelig (1983) lo demuestra. Es un documental falso sobre un hombre que logra camuflarse física y mentalmente, respecto a las personas que tiene alrededor, como un camaleón. Se vuelve negro, engorda, se convierte en nazi, muy similar a lo que hacemos todos, diariamente, cuando buscamos quedar bien frente a los demás.

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Como este, hay pequeños y fuertes mensajes en cada una de las películas de Allen. El psicoanálisis y la búsqueda de una creencia que nos calce, en Love and death (1975); el sexo, el amor y lo efímero de las relaciones, en Annie Hall (1977), Manhattan (1979) o Match Point (2005); el peso abrumador de la fama, en Celebrity (1998); la banalidad del mal en Manhattan Murder Mystery (1993), e Irrational Man (2015); o la evasión mágica de la realidad, en The Purple Rose of Cairo (1985) y en Midnight in Paris (2011).

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Están también las películas que podríamos pasar por alto, como Vicky Cristina Barcelona (2008) a To Rome with Love (2012), o sus últimas producciones, con historias menos profundas, más ligeras y alegres, las que parecen mostrar un Woody Allen conviertiéndose en un niño feliz. Pero algunas de estas tienen peso en sus personajes, como el de Penélope Cruz en el filme hecho en España.

Los personajes femeninos de Allen han sido siempre su punto fuerte. También son él, en gran manera, con su neurosis y suspicacia. Diana Keaton fue su primera musa y protagonizó con él Annie Hall -película que ganó cuatro premios Óscar (mejor película, director, actriz y guion) y es considerada la mejor comedia de la historia del cine.

Mia Farrow empezó a trabajar con Allen en Zelig e hizo 11 películas con él, hasta 1992, cuando culminaron Husbands and wives, luego de que terminaran su relación sentimental. Con Farrow hizo trabajos muy distintos unos de otros, aprovechando la versatilidad de la actriz, destacando el que hizo en Hannah and her sisters (1986). Están también las musas contemporáneas, el lado oscuro personificado en Scarlett Johansson y la iluminación, en Marion Cotillard.

Scarlett Johansson ha actuado en Match Point y Vicky Cristina, de Woody Allen.

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Woody Allen es la sensualidad de cada una de sus musas, es cada una de sus películas, es Nueva York, es la belleza en la cotidianidad. Es un personaje bajito con lentes gruesos que toca el clarinete. Es un Zelig de muchas personalidades, el perdedor cobarde que todos llevamos dentro, o quizás solo sea un octogenario que está, al mismo tiempo, haciendo una serie para Amazon y una película nueva, y que no tendrá una gran celebración por su cumpleaños.

Los que degustamos sus filmes sí celebraremos llevar décadas recibiendo, año a año, historias que no nos hacen doblar de risa, pero nos hacen marcar una risa chueca en la boca y decir: sí, es así, la vida es una broma, y las bromas, realmente, tienen muy poco de broma y bastante realidad. (E)

Si quiere rendir homenaje a Allen, vea la  lista de sus mejores 8 películas