El papa Francisco dijo ayer en una reunión clave de la comunidad católica sobre temas de familia que la Iglesia no debería ser un rígido “museo de memorias”, aunque añadió que “tendrá la valentía de cambiar si esa es la voluntad de Dios”.

Al inicio de las tres semanas del sínodo de obispos, que se inauguró el domingo, el pontífice llamó a los prelados a deshacerse humildemente de las costumbres y prejuicios. No deberían “apuntar a otros para juzgarlos” o sentirse superiores a aquellos con ideas distintas, expresó.

En un pasaje que pareció dirigido a los tradicionalistas, aseguró que los obispos también deberían tener cuidado ante el “endurecimiento de algunos corazones, lo que pese a las buenas intenciones, mantiene a las personas lejos de Dios”. Mas, en un gesto de alusión a los conservadores, también pidió tener valentía para no dejarse “intimidar por las seducciones del mundo” y las modas pasajeras.

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Desde su elección en 2013 como líder de la Iglesia católica –que tiene aproximadamente 1.200 millones de miembros–, Francisco ha dado grandes esperanzas a los progresistas que quieren que siga adelante con su visión de una Iglesia más inclusiva y menos polarizada, que se concentre en la misericordia y no en el estricto cumplimiento de normas rígidas que consideran anticuadas.

La fe “no es un museo para observar”, sino que debería ser una fuente de inspiración, dijo, e hizo un llamado al sínodo: Tenga “coraje para dar vida y no hacer que nuestra vida cristiana sea un museo de memorias”.

El encuentro, al que asisten unos 300 obispos, delegados, observadores y 18 parejas casadas, ha sido precedido por un intenso enfrentamiento entre conservadores y liberales sobre una serie de temas delicados. (I)