Los colores tierra de la iluminación del escenario, el rojo fuego y el verde vegetación ambientarán también la puesta en escena del festival Yupaychiskama (traducido al castellano: desde el canto de agradecimiento o de gloria), que se realizará mañana, a las 14:00.

La cita será en el auditorio del Museo Nacional del Ministerio de Cultura y Patrimonio, ubicado en el edificio de Cristal de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en las avenidas 6 de Diciembre y Patria, en Quito.

Se trata de un montaje artístico de música, poesía y danza sobre la historia de los ritmos ancestrales, que forman parte de la música tradicional andina de Ecuador, realizado por el Centro Cultural Huasipungo.

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El director de esta compañía cultural, Patricio Robalino, cuenta que el público revivirá los sonidos que ambientaban rituales de antes de la llegada de los incas a territorio nacional.

En el programa de este show intercultural consta una danza dedicada al Atsil o El gran padre, uno de los dioses venerados en ese entonces.

“El yupaichiska es un ritmo que se entonaba en la Sierra central, antes de la Colonia, y se lo hacía con un instrumento que se llama pífano, una especie de quena. Nosotros hemos realizado una investigación desde hace 15 años”, detalla.

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Al ritmo de un grupo de diez músicos, que entonarán instrumentos ancestrales, bailarán unas veinte personas.

“Luego se escuchará el yumbo, otro ritmo que era usado como parte del preludio de una guerra. Su traducción del kichwa es guerrero. Se lo sonorizaba con pallas, piezas similares a un rondador, pero que solo tiene cinco notas. Su sonido particular también acompañaba las ceremonias para denotar autoridad”, explica Robalino.

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El humo acompañará el espectáculo. Y en el desarrollo del show se escuchará al danzante o tushuk, otro ritmo que formaba parte de la época preincaica, según Robalino. Pero que se lo recitaba en rituales de sanación o para hablar con los dioses, de acuerdo con las creencias.

Robalino comenta que la agrupación que dirige fue creada hace 37 años, el 18 de agosto de 1978, en San Miguelito de Píllaro, a 20 minutos de Ambato, en Tungurahua. En el grupo de músicos están su esposa y sus tres hijas. El centro nació como un ente familiar procultura.

El yaraví, de la voz peruana quechua arawi significa en castellano lamento, transmite ese sentimiento, manifiesta el director de Huasipungo.

“Este ritmo empezó a escucharse en la época colonial. Es una influencia musical de personas con cultura inca, que llegaban al país”, indica.

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En casi dos horas, el público conocerá parte de la historia de los ancestros y oirá música popular como sanjuanitos, albazos, pasillos y pasacalles. (F)