La Virgen de El Cisne descansó en la ciudad de Catamayo desde la tarde del martes. La presencia de la imagen religiosa generó alegría en los miles de peregrinos y habitantes de este lugar. Ellos se apostaron dentro y en las inmediaciones de la iglesia María Auxiliadora.

La mayoría de casas y locales comerciales fueron engalanados. Los balcones y calles lucían distintos a un día cotidiano. Algunos prepararon globos, papel picado y flores que lanzaron cuando ingresó la efigie.

Las muestras de fe eran notorias en esta caminata de 75 kilómetros que partió el lunes anterior del santuario de El Cisne. Jorge y Ángel Ordóñez, por ejemplo, llegaron a esta ciudad descalzos. Ellos empezaron la penitencia desde que la imagen salió del santuario; se mostraron con energía, pero también los rostros se desdibujaban debido al dolor que sentían al pisar el pavimento caliente.

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“Tenemos mucha fe en la mamita Virgen. Ella siempre nos cumple. A mi madre la curó de cáncer. A una sobrina la curó también. Nos tiene con salud, con trabajo y le agradecemos por eso. No importa el sacrificio”, dijeron.

Una misa campal se celebró como parte de los festejos en los exteriores de la iglesia principal de Catamayo.

 

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Bancas, aceras, portales, cualquier lugar sirvió para que los feligreses presenciaran la homilía. Después de la ceremonia religiosa, los devotos usaron esos mismos lugares como sitios improvisados de descanso.

Fieles de diferentes partes del país acompañan a la imagen que es llevada en el interior de una urna.

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También hay visitantes de localidades del norte de Perú. En sus pedidos se multiplican súplicas por el mejoramiento de la salud, la economía del hogar y la solución de problemas familiares. Su fe se desborda tanto que no pueden contener las lágrimas.

Hoy, cuando amaneciere, se tenía previsto celebrar otra misa para despedir a la Virgen.

La procesión avanzará con rumbo a la ciudad de Loja y se estima su llegada pasadas las 17:00.

Testimonios
Sobre la fe en la Virgen de El Cisne

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Elvira Macas:
Edad: 65 años.
Tengo tanto por agradecer a la virgencita. Ella me ha ayudado a mí y a mi familia por eso no importa si me tengo que trasladar desde mi tierra, Macará, hasta los otros cantones de esta provincia para ver la imagen de ella. Vale la pena el sacrificio físico y espiritual.

Clara Minga:
Edad: 68 años.
Provengo de Loja y desde hace 50 años participo de esta procesión. No recuerdo cómo fue la primera vez en que caminé junto a la madre, ya perdí la cuenta creo. Pero todos los años he venido. Antes mis padres me traían.

Luis Cabrera:
Edad: 55 años.
Soy de Loja. Mi devoción empezó cuando tenía 40 años y necesitaba la ayuda de la Virgen de El Cisne. Desde entonces no falto a la caminata y lo hago con fe. Ella me sanó unas dolencias en el brazo y pierna. Participaré hasta el último día que me dé Dios en esta tierra.

Jorge Ordóñez:
Edad: 30 años.
A la procesión asisto con mi hermano. A la mamita le ofrecemos como penitencia una caminata, pero sin zapatos. Así nos duela o nos queme el sol o el pavimento o asfalto por donde nos toque recorrer. (I)