El robot lanzapapeles y el fútbolrobot son dos de los inventos que un grupo de niños, de entre cinco y seis años, crearon en estas vacaciones. No estaban en los planes de sus profesores. Todo se dio porque, motivados por el juego, los niños activaron su ingenio e imaginación.

Ellos participaron en los cursos infantiles de robótica y electrónica que ofrece la empresa quiteña Clear Minds. Su lema es: “Juega. Aprende. Inventa”.

La compañía tiene dos años de experiencia con estos talleres. Santiago Mosquera, coordinador de capacitaciones de Clear Minds, cuenta que al inicio abrieron cursos para niños de 7 a 9 años, y de 10 a 12 años, en tres niveles.

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En el primer nivel, los niños interactúan con el robot Mindstorm EV3, diseñado por la compañía Lego. Es un juego de Lego electrónico. Los niños pueden armar robots de diferentes formas alrededor de un mando central que le da movilidad a las piezas. Con ese enganche, los guías van introduciendo conceptos básicos de electrónica para explicar el funcionamiento del robot.

En el segundo nivel, lo niños asumen el reto de armar sus propios juguetes. Aprender a usar un protoboard, que es una pequeña tabla donde se pueden conectar diferentes instrumentos para crear circuitos electrónicos para encender luces o poner motores en movimiento. Con ese conocimiento, pueden hacer lámparas, ventiladores, carros y los juguetes que la imaginación cree.

En el tercer nivel, los niños hacen más complejos los circuitos electrónicos que ya aprendieron a crear, dotándoles de más capacidades, incluso poner juguetes en marcha con control remoto.

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En estas vacaciones, la empresa simplificó el segundo nivel y lo adaptó para niños de cinco a seis años. El resultado fue sorprendente. Los niños aprendieron a poner motores en marcha. Uno puso una palanca en el motor y lo adaptó para que se mueva con un interruptor. Puso una bola de papel en el extremo de la palanca. Creo una catapulta, pero la llamó “el robot lanzapapeles”.

Mosquera cuenta que el curso ayudó a un niño de 11 años que padece el síndrome de Asperger y, por lo tanto, tiene déficit de atención. El interés del niño fue tal que pudo mantener su concentración hasta por cuatro horas en la creación de sus juguetes. El curso también permitió descubrir a dos niños con alto coeficiente intelectual, dice Mosquera. Tienen seis y trece años, y están recibiendo clases de programación junto con estudiantes de ingeniería e ingenieros. (I)