La música andina entonada por tambores y rondadores se escucha cada sábado con más fuerza en casi todo el centro de la ciudad de Otavalo, en la provincia de Imbabura.

Esto se debe a que en este cantón, ubicado a 96 kilómetros al norte de Quito, los sábados se intensifica el comercio de artesanías y joyas hechas en tagua, madera de balsa, cuero y otros materiales.

También se ofertan prendas de vestir como ponchos, gorros, bolsos, bufandas, chaquetas tejidas a mano con lana de borrego y cobijas de lana de alpaca. Además, hay vestidos, blusas y pantalones bordados por artesanos de comunas indígenas.

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Varias calles del centro de Otavalo son cerradas por los comerciantes que ubican sus puestos, pero los turistas nacionales y extranjeros prefieren ir a las calles Sucre y Salinas donde está ubicada la Plaza de Ponchos, mercado indígena construido hace 86 años.

Considerado el mercado de esta etnia más grande del norte de Ecuador, la Plaza de Ponchos es visitada los 365 días del año en horarios de 07:00 a 17:00, de domingo a viernes, y los sábados de 05:00 a 19:00.

Magdalena Túquerrez cuenta que su local de tejidos lleva 30 años en este lugar.

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Ella explica que en su vivienda sus hijas y sus nueras se encargan de procesar y teñir la lana, para luego entregar a las tejedoras de las comunidades que confeccionan las prendas para usar en climas fríos.

“Mi marido y los guambras (hijos jóvenes) viajan a Italia y EE.UU. para vender allá y también cantan allá”, comentó.

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Mientras la mujer indígena sonreía y hacía comentarios en kichwa con sus vecinas de venta, llegaron un grupo de muchachos extranjeros para adquirir recuerdos.

“¿Cuánto?”, preguntaban a Magdalena. Ella contestó en inglés “Ten dolar”, pero los chicos que hablaban muy poco español dijeron “rebaje”. La mujer muy amable les pidió nueve dólares, pero los clientes pedían más descuento y dijeron “ocho”. Al contestar “a ver, lleve, lleve” cerraron la transacción.

Los turistas, quienes dijeron haber llegado desde Alemania, también aprovecharon para probarse ponchos y sombreros y hacerse selfies.

Mientras, los adultos del grupo adquirieron dos cuadros en los que fueron pintados los paisajes andinos que se observan durante el viaje a Otavalo.

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En uno está el volcán Imbabura y en sus faldas una choza humeante, desde donde se veía el lago San Pablo. En el otro estaban la cascada de Peguche y cultivos de maíz. (I)