El sombrero de paño no ocultó la cabellera rizada del charanguista chileno Freddy Torrealba, a quien siempre lo acompaña su llamado siete lunas y un sol. Se trata de su charango, el instrumento de diez cuerdas que toca desde niño, como herencia de su padre, y cuyo arte lo perfeccionó en una escuela.

Él estuvo invitado al I Festival de Charangos de América, que se cumplió el miércoles y jueves pasados, en el teatro Carlos Cueva Tamariz, en esta urbe.

El grupo cultural Ayllu Llakta, de la Universidad de Cuenca, y el Centro Cultural Andino organizaron este encuentro. Para ayer y hoy se preveía la realización de talleres sobre este instrumento andino.

Publicidad

Torrealba es uno de los instructores, que a partir de las 11:00 de hoy contará su experiencia y la historia del charango. “Tocar la vihuela por obligación originó el nacimiento del charango”. Así contó al referirse a la llegada de los españoles a América y la obligatoriedad que se impuso a los indígenas para que tocaran este instrumento de cuerdas.

Narró que la rebeldía de los indígenas hizo que los ritmos fueran de fiesta y no sacros, como se pedía. Para este charanguista, la nueva canción chilena adoptó al charango entre sus ritmos tradicionales.

Ahora, el charango se toca también en música protesta e incluso se fusiona con otros instrumentos de cuerda más clásicos, como el chelo, contrabajo, violines y viola. Así lo demostró Patricio Sullivan, charanguista argentino, quien interpretó varios géneros del folclore de su país, con el quinteto de cuerdas de la Universidad de Cuenca.

Publicidad

Sullivan también será tallerista hoy, a partir de las 15:00.

En el festival, los guitarristas Pablo Bul (Argentina) y Bolívar Sarmiento (Ecuador) interpretaron con Saúl Callejas (Bolivia) y Jorge Aguirre (Ecuador) ritmos nacionales como pasacalles y sanjuanitos. Hubo espacio para las milongas, chacareras, sambas y otros géneros folclóricos sudamericanos. (F)